EL MAESTRO LIENDRE

El escote y la trinchera

Parecía que todo esto de los géneros y la paridad en el Gobierno apenas tenía sentido, pero qué va. Todo eso de contar cuántas mujeres y cuántos hombres hay en el Ejecutivo aparentaba ser una cursi concesión a la estética pijipi, un brindis al manual progre pero ha sido realmente útil, conveniente.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Lo de poner a un grupo de mujeres jóvenes, todas a una, por delante, por primera vez, ha permitido descubrir que entre nosotros, entre los nuevos ricos que poblamos la octava potencia económica mundial, habita todavía una enorme tribu de homínidos de sesera corta, baba espesa y enfado fácil, una panda de agresivos machistas vocacionales, puretas por edad o condición, aterrados ante lo incierto de cada erección, trasnochados correligionarios de Torrente, ése que parecía una caricatura.

Al primar a las mujeres en el Gobierno, al otorgar carteras ministeriales a varias féminas menores de 40 años -dos condiciones que no garantizan el acierto ni el fracaso en la gestión- ZP ha iluminado todo lo que estaba debajo de la alfombra de este país modernizado a empellones, tolerante (repulsiva palabra) contra la voluntad de muchos de sus habitantes, que preferirían vivir eternamente dentro de un capítulo de Cuéntame, como si aquello hubiese sido así.

Toda esta vaina de las ministras ha resultado crucial, reveladora, para confirmar cuánto machista hay suelto. Ya los olíamos, los sospechábamos, pero las ronchas que les han salido, como melones, han reventado las gomas de la careta. Al final, Pascual era un aprendiz. La tela de las faldas y las cofias formaba una cortina, de humo, que oculta a muchos miles de calzonazos resentidos.



EL PLANETA DE LOS SIMIOS

El novedoso nombramiento ha mostrado qué lejos queda todavía la equiparación real entre oportunidades, sueldos y trato que reciben los dos sexos. Nos ha ilustrado sobre la caspa en España -que todavía da para formar una cordillera-, sobre la cantidad de añoradores del «señorío» y el «orden» que vierten sus opiniones (por denominar amablemente sus prejuicios, fobias y eructos) a diario en multitud de medios de comunicación, incluidos los de por aquí.

La reacción a esa decisión política ha dejado claro que seguimos rodeados de tipos -tanto mayores de 40 años como jóvenes que ya nacieron ancianos melancólicos- que piensan varias veces al día eso de «algo habría hecho», «pata quebrada» y «todas son iguales», aunque lo callen por temor a parecer lo que son. En cuanto estos simios afeitados han visto que la equiparación de sexos ha superado fronteras nuevas, en un terreno tan representativo como el Gobierno, les ha saltado esa educación (en muchos casos transmitida por mujeres) que recibieron en la España franquista, un estado imaginario que sobrevive muchos años después de la muerte del dictador.



EL BOMBO Y EL TAMBOR

Ni los genitales, ni el año de nacimiento, ni el lugar, ni la raza pueden considerarse méritos ni defectos. Eso vale también para los entusiasmados con Obama y Hillary. Nadie elige sus cromosomas ni su cumpleaños, por si se ha olvidado. Carecen de valor a la hora de juzgar la capacitación y la gestión de un dirigente público. Nada importa lo que diga el DNI. Nadie puede presentarse como más listo, ni ser tachado de inepto, sólo por tener 25 u 85 años, menos aún por usar bragas o calzoncillos.

Por esa obviedad, resulta intolerable que un batallón armado con teclados y micrófonos pretenda convertir la juventud o el embarazo de una ministra en una tara o un obstáculo. Durante esta semana, se han escuchado y leído atrocidades que un varón jamás habría sufrido (zapaterilla, modistilla, flamenquita, niñata ).

Las tertulias (cada vez más insufribles, casi todas) y el columnismo (cada vez más macarra y previsible, casi todo) se han aliñado con gilipolleces del tipo «cómo va a pasar revista a las tropas la nueva ministra con la barriga que tiene, con lo lento que anda». Viene a ser tan absurdo como eliminar para un cargo a Solbes o Fraga por su evidente sobrepeso, más difícil de curar.

Cualquier opinión -argumentada, si puede ser- contra la gestión de la catalana durante su etapa anterior en Vivienda resultaría tan respetable como lógica. Cualquier opinión sobre su carrera política como aval para su nueva misión parece razonable, pero analizar su nombramiento a través de una panza califica al que lo hace.

Tanto esperpento esta semana, además de poner a la vista el machismo en carne viva que supura en la sociedad española, ha permitido corroborar que eso tan manido de «la crispación» habita, sobre todo, en los medios de comunicación, en la cabeza de una treintena de directores, articulistas y locutores.

El Partido Popular, las formaciones nacionalistas, Izquierda Unida y hasta ERC han bajado muchos grados el tono de sus críticas apocalípticas o sus abusivas exigencias. Todos han cambiado el tercio cuando han escuchado el sonido que hacían las papeletas al caer en las urnas. Sin embargo, los opinadores no han rebajado ni un miligramo sus altísimos niveles de bilis. Queda claro quién animaba a quién.



¿UNA DE LAS NUESTRAS?

Las reacciones han resultado más visibles para los habitantes de esta provincia porque afectan directamente a una gaditana, Bibiana Aido, que se ha llevado tantos cates o más que sus nuevas compañeras de gabinete. A su involuntaria condición femenina se une que le han dado un ministerio nuevo, de utilidad por confirmar, y, sobre todo, que es la ministra más joven de la Historia. Esa poderosa anécdota, tan divertida el día de su nombramiento, tan memorable, quedará en último plano -como el embarazo- cuando empiece a trabajar, que para eso se la ha elegido.

Algunos de los que compartimos horas con ella en Cánovas del Castillo sacamos, como conclusión de su gestión, que reúne por igual virtudes y padrinos, que tiene tanta capacidad como bulla. Mostró empuje, capacidad de resolver y hacer equipos, pero también la maldad precisa para manejar los medios y colgarse medallas con el mismo afán que impulsaba proyectos ilusionantes.

Es de esas personas con la molesta etiqueta de «predestinada», que siempre quiso ser política de carrera (en vez de trabajar un tiempo en la vida pública y luego volver a una propia, privada), que mostraba tanto interés en que su ego se sirviera de la política como en servir a la comunidad. Todo eso tiene muy poco que ver con su edad y su género. Todo eso quedará en chascarrillo si consigue reducir -con campañas, ideas nuevas o leyes- el número de mujeres atacadas por sus parejas, o el de nuevas madres represaliadas en su trabajo, o el de féminas que ganan menor sueldo que sus colegas con idéntico empleo. Se acabaron las fotos. A trabajar.

La han elegido, como a los demás, para eso, para pensar, hacer y resolver. Que use falda o pantalón, que tenga 23 ó 52 tacos...