COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

La igualdad tenía un precio

A veces, es cierto que una imagen vale más que mil palabras. Y las imágenes, ya se sabe, se manipulan con bastante facilidad. Una ministra, de Defensa, y embarazada, nos puede dar la imagen de una país que ha cambiado, aunque no estoy muy segura de que sea la imagen de un país que ha avanzado, y menos en materia de igualdad. Siempre he dicho que ser iguales no significa que todas nos comportemos como todos y por tanto una mujer que renuncia a su permiso de maternidad porque antepone sus obligaciones profesionales a las personales no me parece un ejemplo a seguir, sino una trampa.

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Afirmar que una mujer es capaz de volver al trabajo apenas ha dado a luz es legitimar a los desalmados empresarios para que extorsionen aún más a sus trabajadoras, porque si una señora ministra es capaz de llevar adelante su cartera recién parida, cuanto más podría hacerlo una cajera de supermercado. No es cuestión de capacidad, sino de sentido común. Ha costado mucho que las mujeres tengamos derecho a dieciséis semanas después del parto, a la hora de lactancia y a la reducción de jornada por cuidado de hijos para que ahora la imagen que nos vendieron de conciliación y de modernidad tire por tierra todas nuestras esperanzas.

Durante la campaña electoral, la hoy ministra pensaba que la maternidad no iba a cambiar su ritmo de trabajo. Eso lo dijimos todas antes de que nacieran nuestros niños, antes de que ese ritmo cambiara al son de pañales, biberones y noches en vela. Antes de que cayéramos en la cuenta del alto coste que suponía la igualdad.

No lo piense más, señora ministra. Hay cosas que no tienen precio. Y estar con un hijo los primeros meses de su vida es una de ellas.