PROGRAMA. Intervención de Rodríguez Zapatero. / AP
ESPAÑA

Zapatero emplaza a Rajoy a pactar soluciones para los grandes problemas

El candidato a la presidencia del Gobierno dice que las turbulencias económicas no implicarán subidas de impuestos ni recortes sociales

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José Luis Rodríguez Zapatero afrontó ayer el debate parlamentario para su investidura como presidente del Gobierno con la intención de evitar cuatro años más de desencuentro con el principal partido de la oposición y parálisis en los asuntos de Estado. El candidato socialista reclamó a Mariano Rajoy su colaboración en cuatro materias básicas: la lucha antiterrorista, la renovación del Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial, el sistema de financiación autonómica y la presidencia española de la UE en 2010. Aseguró así que su objetivo es ofrecer, primero, y lograr, después, un clima político «sereno» caracterizado por la «voluntad de diálogo y consenso». «Se lo debemos a los ciudadanos», remarcó.

El secretario general del PSOE es consciente de que la polarización extrema de los dos partidos mayoritarios durante su primer mandato tuvo un coste para lo que llamó «grandes afanes colectivos de los españoles». Y se mostró persuadido de que no se puede soslayar más el entendimiento mutuo. De ahí que, además de prometer un Gobierno para todos, «en diálogo con todos» y «con respeto a todos», se dirigiera con «particular énfasis» al PP e hiciera una apelación personal a su presidente, Mariano Rajoy.

«Mi idea de España»

Rodríguez Zapatero empleó, para pedir de la confianza de las Cortes a su proyecto, una coletilla insistente: «esa es mi idea de España». Casi 50 veces pronunció el presidente en funciones el nombre del España. Hace cuatro años sólo lo hizo en 24 ocasiones. Un hincapié con el que quiso demostrar que aspira a acabar con las diferencias entre regiones y entre personas, y con el que pretendió emplazar a las fuerzas políticas a «forjar instituciones que garanticen la unidad y encaucen la diversidad de un país unido y diverso».

Su discurso fue una proyección reducida, pero exacta, del programa electoral socialista. Hubo pocas referencias al terrorismo, pero apuntaló una idea: «ETA sólo tiene un destino que es poner fin a su barbarie criminal definitiva e incondicionalmente». Sin hablar de un pacto escrito concreto, miró hacia los populares para «reafirmar» su compromiso a acabar con la banda y se dirigió a las fuerzas minoritarias para agradecerles su apoyo al diálogo fallido y pedirles ahora su participación en una nueva estrategia antiterrorista compartida con el primer partido de la oposición.

Urgencia

Más explícito se mostró al poner sobre la mesa la necesidad de un acuerdo «urgente» en materia de Justicia, uno de los terrenos más enfangados de la legislatura anterior, en la que los planes de modernización socialistas se vieron abocados al fracaso por la bronca con el PP y las diferencias con el modelo defendido por los nacionalistas. No se trata sólo de acometer la renovación del órgano de gobierno de los jueces, en funciones desde hace año y medio, sino de acometer toda una reforma procedimental.

Rodríguez Zapatero buscó aquí remover conciencias y apeló al reciente caso de Mari Luz, la niña gitana presuntamente asesinada por un pederasta que debía estar en prisión, para pedir el apoyo al «fortalecimiento» de los tribunales superiores de justicia, la modernización del recurso de casación o el desarrollo de los consejos autonómicos de justicia, entre otras reformas pendientes. «Estoy seguro de que nadie escatimará su colaboración leal para evitar la impotencia y el dolor que hemos vivido estos días ante trágicos fallos del sistema», dijo.

El cuarto acuerdo al que se refirió el líder del PSOE, al margen de la coordinación en los objetivos de la presidencia española de la UE, deriva también de los compromisos adquiridos en su primer mandato. Rodríguez Zapatero, que se ha propuesto evitar por todos los medios que el debate territorial vuelva a erosionar su acción de Gobierno, lanzó varios guiños al PP y, de paso, dio al traste con las aspiraciones de algunos gobiernos autonómicos, entre ellos el de la Generalitat, al insistir en que se reservarán en exclusiva para el Estado los recursos provenientes del Impuesto de Sociedades.

El espíritu pactista fue el mar de fondo en el discurso de Rodríguez Zapatero, que arrancó su intervención con una batería de medidas concretas para hacer frente a la coyuntura económica. De hecho, la economía fue el apartado al que más tiempo dedicó durante la hora y veinte minutos que duró su intervención. Ocho folios para asegurar que la promesa, hecha en campaña, de materializar sus compromisos sociales sigue incólume. No habrá, dijo, necesidad de subir impuestos ni de imponer recortes sociales. El presidente del Gobierno en funciones admitió que España no se librará de las «turbulencias» que afectan a la economía mundial y admitió debilidades específicas del país como las dificultades en el sector de la construcción, el déficit por cuenta corriente y la inflación.

Aún así, insistió en que la economía española está «amortiguada» gracias a la política presupuestaria y los superávit acumulados.Pero no ofreció más recetas para afrontar el bache que las que ya anunció en campaña. A corto plazo: la devolución de 400 euros en el IRPF, un adelanto en las devoluciones del IVA a las empresas, medidas de apoyo al sector de la construcción y soporte a las familias con problemas para hacer frente a sus créditos hipotecarios. A medio plazo, prometió incrementar la productividad, llevar a cabo una política fiscal «cauta y prudente» y mantener un «diálogo permanente» con los agentes económicos.

Un discurso, en suma, conciliador, que buscó para limar asperezas y abrir una nueva senda de diálogo con la vista puesta en el futuro, no en el pasado. «Será bueno que podamos rectificar el pasado y escuchar a los españoles; yo estoy dispuesto a corregir y mejorar», dijo.