A fuego lento
La jornada en la Cámara Baja sólo se calentó cuando Rajoy consiguió despertar a los suyos
Actualizado: GuardarZapatero versus Rajoy, segundo acto. Aquí están, cuatro años después, repitiendo papeles en esta película. El ganador, en busca de la investidura. El perdedor, aspirando a consolidarse como líder ante los suyos. Podría decirse que la novena legislatura se abre con iguales mimbres que la octava, pero no. El tiempo no pasa en balde y el poder, tampoco. Hace cuatro años, 'ZP' acababa de nacer. Las urnas le habían bendecido, pero aún se le veía agarrotado. Ahora José Luis Rodríguez Zapatero gasta ademanes de 'chico Martini' y ayer buscó con descaro, a pecho descubierto, el rifirrafe con los escaños del PP.
En realidad, no era él quien se examinaba. Lo suyo está seguro, sea el miércoles o el viernes. Lo de su contrincante habrá que verlo. El propio Zapatero no se privó de hincar una puya. «No descarto que haya más miembros del PP que quieran hacer este debate de investidura», dijo en alusión a las aspiraciones de liderazgo en el PP de la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre. La verdadera reválida la pasó ayer Mariano Rajoy y fueron él y su grupo, en plena catarsis interna, los que marcaron la evolución de un debate cocido a fuego muy lento. Rajoy se ha rodeado de pretorianos imberbes y los 'viejos rockeros' (los Martínez Pujalte, Zaplana, Carlos Aragonés, Rafael Hernando y otros), capaces de calentar el debate más inane, de descentrar al orador más templado, dejaron caer los brazos.
«He visto sepelios más animados», comentaba con sorna un viejo cronista tras la sesión matinal. Ni un pateo, ni un abucheo saludó el largo discurso del candidato socialista desde las bancadas del PP. Ni siquiera cuando citó asuntos de alto voltaje, como el agua y los trasvases, la justicia... nada. Pizarro, como una esfinge. Zaplana, derrengado en su escaño, ambos lejos de su líder. Los nuevos responsables del Grupo Popular tomaban apuntes. A José Bono, presidente novato del Congreso, ni se le oyó piar porque nadie interrumpió a Rodríguez Zapatero, salvo los diputados del PSOE, más aplaudidores de lo normal.
Tuvo que llegar Rajoy por la tarde y ganarse a pulso a sus huestes. Hubo aplausos, más en cada una de las réplicas, aunque en el PP saben hacerlo mejor. Y luego llegó Arias Cañete. El ex ministro de Agricultura y responsable de Economía de los populares es un valor seguro para la gresca parlamentaria. Saltó cuando Zapatero dijo que España ha mantenido cuota de mercado exterior. «¿Ha perdido!», dijo Arias Cañete, con amplio despliegue gestual, el pulgar hacia abajo, el cachete en la mejilla de 'menuda cara tienes', y Bono al quite: «Señor Cañete, no tiene usted la palabra».
Hasta que los bancos del PP entraron en calor, la de ayer fue una sesión de rebajas, sin carga emotiva, sin autoridades más allá del presidente del Senado, Javier Rojo, y el presidente de Aragón, Marcelino Iglesias. Muchos periodistas, vaya novedad, poco nervio. Todo bastante grisáceo, a tono del espectro cromático imperante en el hemiciclo. Mucho gris, mucho negro en los atavíos, como si la primavera no hubiese amanecido. Hasta Rosa Díez (UPD), vaya por Dios, acudió de luto, igual que Elvira Fernández, la mujer de Rajoy, que escuchó arrobada a su marido, o Sonsoles Espinosa, de gris y negro. José Bono estaba de luto real, por la muerte de su suegro la víspera. Su estreno fue mustio y su mayor aportación al debate fue la supresión del «chivato» luminoso y acústico que marca el final de los tiempos de intervención de cada portavoz. De momento la «barra libre» será sólo para las grandes ocasiones. Menos mal que en estas sesiones siempre nos queda Alfonso Guerra, el último mohicano constituyente. Se conserva bien. Con la edad otros se amojaman. Guerra se ha ajamonado un poco y envejece como un patricio. Es un icono de otros tiempos y lo sabe. Como Copito de Nieve. Y con su misma mala leche.
Dicen que ahora empieza una legislatura menos borrascosa. «Se lo debemos a los españoles», clamó hoy 'ZP'. No se fíen. En 2004 la sesión de investidura amuermó a las ovejas, se habló de diálogo y consenso, y vaya cuatro años han perpetrado sus señorías. Volarán puñales. Por estas. Falta ver si cruzarán el hemiciclo, de los bancos del PP al PSOE, o si los chuzos caerán de punta sobre Rajoy. Hagan sus apuestas.