La calle donde se encuentra el domicilio particular de Benjamín Lora y donde aún reside mientras espera su ingreso en prisión. / C. L.
Ciudadanos

Los vecinos del pederasta de El Puerto protestan porque continúa en libertad

El antiguo maestro hace una vida normal mientras se cumple el plazo que pidió al juez antes de entrar en prisión Cuando fue detenido en 2006 aseguró que sus alumnas habían mal interpretado sus muestras de cariño

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Ante la vista de sus vecinos, Benjamín Lora Graván no ha cambiado sus hábitos, pese a que en escasos días tendrá que entrar en uno de los centros penitenciarios de la provincia para cumplir una condena de cuatro años y medio de cárcel por siete delitos continuados de abusos sexuales. Continúa su vida con total normalidad, lo que está generando una corriente de indignación entre aquellos que viven cerca de él y saben que la semana pasada admitió ante un juez que había abusado de siete alumnas suyas del colegio Safa San Luis Gonzaga de El Puerto.

Como si aparentemente nada se le avecinara, sus vecinos le ven casi a diario cómo baja de su casa en la calle Adelfas para pasear a su perro ante la perpleja mirada de muchos. «Es increíble. A qué van a esperar para meterlo en la cárcel», explica una de las residentes de su mismo inmueble, quien no duda en asegurar que tiene miedo por sus hijos. Por eso, prefiere guardar en el anonimato su identidad.

Este periódico supo ayer que el pederasta pidió ante el juez del nº 1 de lo Penal que le diera unos días para reorganizar su vida antes de entrar en prisión. Esta petición frenó la intención primera de la autoridad judicial de que se ejecutara la pena de manera automática tras dictarse de voz la sentencia condenatoria, dada la gravedad de los hechos y la alarma social que genera.

Finalmente aceptó a la petición del pederasta y desde que se hizo público el fallo judicial y que su ingreso en la cárcel se iba a posponer unos quince días, en su barrio se comparte una misma opinión: «Si ha hecho algo, que lo pague», sentencia otra vecina que también teme represalias.

Este periódico contactó ayer con Benjamín Lora para conocer su relato de los hechos, pero ha borrado cualquier pista que sirva para localizar su domicilio, probablemente como medida de precaución. Hasta hace una semana, los vecinos aseguran que su buzón estaba perfectamente identificado con su nombre y el de su esposa. Pero hace unos días, Benjamín Lora, cuando pensaba que nadie lo veía, bajó al portal del bloque y eliminó estos datos. Ayer sólo se podía leer el número y letra del piso.

Un portazo de respuesta

Estas medidas no impidieron que fuera localizado. Tras hacer sonar el timbre de su puerta, el antiguo maestro abrió. Ante la pregunta de la redactora, Benjamín Lora negó ser la misma persona que ha protagonizado la crónica judicial de los últimos días en la provincia. Y sin dar posibilidad de réplica, dio un gran portazo.

Las vecinas, después de esta actitud, se mostraron aún más indignadas. «Es increíble lo que ha hecho y que ahora quiera esconderse. Que dé la cara y pida perdón». Bien es cierto que Benjamín Lora, hasta la semana pasada cuando admitió su culpabilidad para alcanzar una sentencia de conformidad sin celebrar juicio, siempre había negado su implicación en los hechos. Sólo prestó declaración una única vez ante el juez instructor después de ser detenido en febrero de 2006. Cuando fue interrogado sobre los tocamientos lascivos que había practicado en reiteradas ocasiones a siete alumnas suyas de 8 y 9 años, se escudó en su carácter afable y cariñoso. Sostuvo que las pequeñas habían mal interpretado simples gestos de cariño.

Cuando estalló el caso, el juez decidió dejarlo en libertad con cargos porque no había más pruebas que el testimonio de siete niñas. Además, la Fiscalía tampoco solicitó su ingreso en prisión como medida cautelar. La acusación particular se quedó sola en esta petición, que finalmente no fue aceptada. Pero a lo largo de la instrucción se fueron aportando pruebas que reforzaron el testimonio de las pequeñas. Por ejemplo los informes médicos de los peritos que no vieron ningún indicio de inverosimilitud en el relato de las niñas.

Además de su libertad provisional, en su barrio obrero de El Puerto también causa estupor que su esposa continúe a su lado, pese a todo.

elpuerto@lavozdigital.es