RÁBAGO. Ayer, durante la inauguración. / OSCAR CHAMORRO
Cultura

«Todos nacemos para algo; lo frustrante es no saber para qué»

El artista inaugura en la Casa Pemán 'La fiebre del oro', una exposición en la que exhibe su trabajo como pintor y en la que denuncia «las trampas de la realidad»

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Andrés Rábago y El Roto tienen poco en común, salvo porque son la misma persona. El viñetista es ácido, crudo, beligerante en sus reflexiones, incisivo y sentencioso. El pintor es introvertido y prudente, medita bien sus palabras y suelta el pincel sólo para hablar de las cosas que están dentro de las cosas. La crítica social del dibujante deja paso a la metafísica del genio. Ayer, ambos visitaron Cádiz para asistir en la Casa Pemán a la inauguración de la muestra La fiebre del oro, que firma Andrés Rábago.

-¿Cómo conviven Andrés Rábago y El Roto dentro de usted?

-Son personalidades completamente distintas, heterónimos que abordan aspectos diferentes de la realidad. No se relacionan entre sí. El Roto se ocupa del aspecto externo de la vida; Rábago mira dentro de sí mismo, a ver qué hay. Cada uno tiene su lenguaje.

-¿Cuál es esa fiebre del oro que sufrimos a principios del siglo XXI?

-El hombre es un ladrón que intenta atrapar falsas imágenes, tesoros simulados. Esta exposición pretende evitar esa trampa, pero es un camino plagado de dificultades, que denuncio obra a obra. Ese oro se refiere a los valores que hoy predominan: el dinero, la comodidad, la ciencia mitificada. Pero también a las imágenes que nosotros proyectamos pensando que son reales.

-El Roto dice cosas incómodas. ¿Cuántas veces han intentado callarlo?

-El que ha venido a inaugurar una exposición a Cádiz es Andrés Rábago, pero no tengo problema en hablar de El Roto. Nadie ha intentado callarlo. Transmite lo que una parte de la población piensa, y lo dice con claridad, rotundidad y precisión.

-¿El pintor también tiene sus condicionantes?

-Los dos intentan ser útiles socialmente, así que están condicionados por una determinada cultura y por un objetivo concreto.

-El Roto ataca mucho a una idea fija de intelectual; en la fiebre del oro Rábago se ceba con un único cliché de artista. ¿Qué es lo que tanto le molesta de unos y de otros?

-Que utilicen para provecho propio algo que debería ser una aportación a lo común. El hiperdesarrollo del ego, de unos y de otros, me harta. Esa vocación excesivamente ombliguista de sus tareas. A mí, el tipo de artista que me parece ideal es que el estaba ahí antes de la aparición del ego en la pintura, el que se limitaba a ser transcriptor de la experiencia espiritual colectiva de su época. No el que exhibe su ego, lo pavonea y lo luce.

-¿España sólo puede contarse desde la sátira o desde el esperpento?

-Tanto este país como cualquier otro es de una extraordinaria riqueza. Sin embargo, si te ciñes a la información política...

-A fecha de 25 de marzo de 2008, ¿para qué sirve la filosofía?

-La gente viaja, pero el mundo sigue siendo pequeño. Lo que buscanos así, no nos llena. El espacio que tenemos que cubrir es interior. La filosofía es un camino hacia el autoconocimiento.

-El Roto utiliza la palabra, pero Rábago no. ¿El pintor no la echa nunca de menos?

-La pintura no necesita texto. La palabra reduce la dimensión de la iconografía, la limita. La deja en un terreno específico. El tipo de imágenes que intento desarrollar tienen que hablar por sí mismas.

-Usted ha dicho que sabe, con total seguridad, que nació para pintar. ¿Cree en esa idea de destino que afirma que todos nacemos para algo?

-Creo que sí. Cada persona tiene su propio territorio. Otra cuestión es que nos distraigamos con cosas que no importan, o nos equivoquemos de camino. No tiene por qué ser algo grandilocuente, sino también cosas sencillas, una actitud... Sí, todos nacemos para algo. Lo frustrante es no saber para qué. dperez@lavozdigital.es