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El Gobierno de Pakistán promete guerra abierta contra Musharraf

El nuevo primer ministro libera a los jueces detenidos por el presidente

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Pervez Musharraf no tiene sino enemigos acérrimos. La principal fue asesinada en plena campaña electoral. Todavía no se sabe bien si a tiros o a bombazos. Pero a Benazir Bhutto le siguen millones de enemigos implacables del presidente, casi tantos como paquistaníes. Y desde ayer uno de ellos, Yusuf Raza Gillani, dirige el Gobierno de Islamabad. Musharraf cuenta únicamente con un amigo. Aunque está lejos, en Washington, y se trata de una amistad con fecha de caducidad, noviembre, cuando George W. Bush dirá adiós a la Casa Blanca.

Raza Gillani, refrendado ya por el Parlamento, prometió convertir el mandato de Musharraf en un infierno. Lo hará por Bhutto, cuyo «sacrificio ha permitido revivir la democracia». Lo hará por él mismo, por los cinco años que pasó encarcelado por oponerse al general golpista apoyado por Estados Unidos. «Hemos llegado hasta aquí sin la ayuda de nadie, gracias a nuestra lucha permanente y a nuestro martirio», dijo Gillani en referencia al Partido Popular de Pakistán, su formación política, creada por la familia Bhutto.

El nuevo primer ministro fue confirmado por 264 votos contra 42, los obtenidos por Chaudhry Pervez Elahi, el candidato oficialista de Musharraf, quien, precisamente, hoy recibirá la humillación de dar posesión y tomar juramento a Gillani. Será otra más, porque el heredero de la ex jefa de Estado ya aprovechó ayer la sesión de la Asamblea Nacional para culpar al presidente de la muerte de Benazir Bhutto y exigir una investigación de Naciones Unidas sobre el magnicidio de diciembre.

La punta del iceberg

Y fue más allá al tomar su primera decisión, todavía sin haber recibido el báculo del poder. Gillani ordenó la inmediata puesta en libertad y la reincorporación a sus cargos de todos los jueces de la Corte Suprema encarcelados por el ex general en diciembre por haberse opuesto a su reelección y al estado de excepción. Es la punta del iceberg de una guerra abierta contra los poderes acumulados por Musharraf y su política antiterrorista.

El nuevo primer ministro precisa del apoyo de dos tercios del Parlamento para derribar todas las medidas adoptadas por el presidente en el convulso otoño que vivió Pakistán. El Partido Popular, vencedor de las elecciones de febrero, cuenta con el respaldo de la Liga Musulmana del ex primer ministro Nawaz Sharif y de los nacionalistas Awami, formaciones que estarán en el Ejecutivo.

Mientras, Musharraf se aferra a la jefatura de Estado y el apoyo norteamericano probablemente le permitirá mantenerse en el cargo. Pero su mandato será muy difícil con toda la clase política en su contra y un país que piensa que su alineamiento con Washington en la lucha terrorista sólo ha traído desgracias que se cuentan en atentados y tumbas.