Jueves Santo
Los textos de los evangelios narran una cena que tuvo Jesús con sus discípulos. Aunque es sólo una, y cada uno lo cuenta a su manera, los cuatro coinciden en describirla de tal forma que se evidencia que aquel momento fue especial. Una acción tan cotidiana y normal se convirtió en algo distinto a lo que probablemente habían hecho en tantas ocasiones. Cierto es que el momento era diferente, en el contexto de la gran fiesta judía de la Pascua, y lo habitual era que las familias y los conocidos se reuniesen para celebrar ese acontecimiento tan identificador de su pueblo. Era una noche especial, distinta a la de cualquier día.
Actualizado: GuardarPero aquella cena fue diferente a las habituales, e incluso también a las anteriores cenas de Pascua que cada uno habría vivido en otros años. Las palabras que se pronunciaban, los gestos que se realizaban, el diálogo que se desarrollaba entre los allí presentes poco a poco los comensales fueron sintiendo lo peculiar de la situación. La lectura de los relatos evangélicos fácilmente nos hace sentir la tensión del momento y la seriedad de lo que estaba pasando.
Esa cena tiene desde entonces un nombre único: la Última Cena, y posee también un significado único: el de la entrega de lo más preciado que tiene una persona, y es la propia vida.
Quien es capaz de hacer eso está en condiciones de pedir a quienes le acompañaban que no olvidasen nunca lo que estaba haciendo por ellos y para ellos, y al mismo tiempo podía pedir a sus amigos que hiciesen lo mismo que él había hecho. El gesto de intimidad al compartir la cena y el significado Jesús dio a sus gestos y palabras es lo que otorgan a ese momento su extraordinaria cualidad.
Hoy, Jueves Santo, es el día en que los cristianos conmemoramos de una forma especial aquella cena y su significado. Sin embargo, en las misas de hoy no se lee ninguno de los relatos evangélicos que narran los detalles de la cena. Es bastante llamativo que hoy se ponga la atención en uno de los gestos más llenos de sentido que está al alcance de todos. El texto del evangelio de san Juan dice que aquella noche Jesús, se convierte en el servidor, lavando los pies a todos y cada uno de sus discípulos; a aquellos que lo tienen como la persona importante para sus vidas, a quien consideran y respetan como su maestro. Y de él reciben la más clara y mejor enseñanza: han de hacer lo mismo unos con otros.
Hay muchas formas de hacer real ese mandato. Una de ellas, muy concreta y directa, son las acciones que se hacen a favor de aquellos que necesitan respaldo y apoyo para crecer y alcanzar los mínimos niveles de posibilidades materiales para vivir con dignidad. Por eso hoy también este día recibe un nombre peculiar: Día del Amor Fraterno. Porque quien quiere estar a la mesa con el Maestro ha de saber que esa mesa da vida y que por ello compromete a que su vida reproduzca lo que en esa mesa se realiza: la entrega de lo más preciado que tenemos por y para los demás.