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De 2004 a 2008

Tras digerir los resultados del 9-M, han comenzado a aparecer análisis más o menos agudos y fundados sobre lo sucedido. He aquí algunas interpretaciones particularmente interesantes: En primer lugar, es evidente que se ha derrumbado la teoría del sociólogo César Molinas, tan manoseada en esta pasada legislatura, de que la alta participación favorece a la izquierda y viceversa. Probablemente, y con toda cautela, debería afirmarse, mejor, que la participación favorece a la formación hegemónica que tiene tendencia al alza. Lo sucedido en Madrid, Valencia o Murcia, donde los incrementos de participación han beneficiado al PP, no dejan lugar a demasiadas dudas.

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En segundo lugar, Carles Castro, periodista de La Vanguardia especializado en sociología electoral, publicaba el pasado domingo un sugestivo reportaje titulado El regreso de los votos huérfanos basado en la tesis de que «la legislatura (2004-2008) convirtió las elecciones en una segunda vuelta de las del 2004, pero sin el impacto directo del 11-M». Y el PP hallaría así definitiva respuesta a una pregunta que le ha venido atormentando los últimos cuatro años: cuál habría sido el resultado de comicios del 2004 de no haber mediado los atentados del 11-M y su nefasta gestión informativa. Los sondeos postelectorales del 2004 ya situaban la ventaja del PSOE en torno a dos puntos tras restar a socialistas y populares los votantes que apoyaron a estos partidos «por los atentados del 11-M en Madrid y sus secuelas». Así pues, las elecciones del 9-M han verificado que la victoria del PSOE el 2004 por un margen de cinco puntos no fue un accidente, sino sólo una sobredosis circunstancial de un ya irreversible cambio de ciclo electoral. Y la hipótesis de que la ventaja real del PSOE era entonces de dos puntos se vería ratificada en los comicios europeos de junio del 2004, cuando el PSOE venció al PP por ese margen. Lo que ocurrió fue, pues, que «una vez pasados los catalizadores emocionales del 11-M, y pese a la vistosa retirada de Iraq», los populares recuperaron de inmediato su espacio natural en Levante o Madrid.

Finalmente, Julián Santamaría, catedrático de Ciencia Política de la UCM y presidente de Noxa, publicaba también el 16 de marzo en La Vanguardia un magnífico análisis en el que, tras revindicar el acierto de sus encuestas y de congratularse por la inexistencia de una mayoría absoluta, analizaba y comparaba el rendimiento político y electoral de las estrategias utilizadas por los dos grandes partidos.

Como contrapartida el PSOE no sólo ha obtenido una victoria histórica en Cataluña y el País Vasco, sino que la ha alcanzado derrotando claramente a las formaciones soberanistas en ambos territorios. «El hostigamiento a que las sometió el PP entre el 2000 y el 2004 contribuyó a reforzar de forma extraordinaria a los nacionalistas más radicales».

El PSOE habría resultado asimismo damnificado por su actitud dialogante puesto que ha cedido al PP el doble de los votos que ha recibido de él. Sin embargo, ha compensado este saldo negativo «atrayendo votantes de todas las demás formaciones, de nuevos electores y sumando a muchos de esos centristas, escorados a la izquierda, que sólo a veces votan». Y es que Rodríguez Zapatero es consciente de que «en España se podrá gobernar con o sin el apoyo de los partidos nacionalistas, pero no contra Cataluña y el País Vasco, ni ignorando su existencia y su peculiaridad».