EL MAESTRO LIENDRE

Chiquito, las perras y el paraíso

Ha dicho el Santo Padre (¿dónde hemos oído eso antes?) que ser rico está feísimo. Que eso de amontonar chorros de bi-lletes está bien para el que lo vive, pero que a Dios no le gusta. Pero ni un pelo, vamos. Sus representantes en la Tierra han decidido incluir el exceso de perraje y propiedades en la lista de pecados. Los ricos son malos. Ya lo sospechábamos. Lo ha publicado L'Osservatore Romano que es el periódico del Vaticano, es decir, una hojilla parroquial pero del tamaño de la plaza de San Pedro. Por lo visto, aún queda hueco libre en alguna página del libro de prohibiciones. Llevan siglos rellenándolo y todavía hay espacios entre los renglones para escribir más. Ahora han añadido la riqueza, el consumo de drogas y los ataques al medio ambiente. Como cojan a un promotor inmobiliario tirando la chicharra de un canuto en un bosque, lo crujen, lo excomulgan allí mismo.

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Si la mágica prosa de los libros sagrados (un inigualable prodigio literario), si los listados de faltas y las promesas de las religiones (de todas) resultan pueriles a estas alturas, lo de meterse con los que tienen dinero alcanza unas cotas de inocencia que sobrepasan con mucho la altura del cielo. Resulta que ahora son pecadores esos que reciben tratamiento de don y butaca cuando van al banco. Menos mal que son unos pocos. Así nos consolamos los demás, los que hacemos cola como desgraciados ante la caja sin que nadie nos salude con un miserable «¿quillo, qué?», los que nos convertimos en sospechosos al pedir un crédito, los que ejercemos de esclavos de la hipoteca cuando la macroeconomía va bien e interpretamos el papel de parados cuando va mal. Consuela mucho eso de pensar «que se jodan los ricos», eso de creer que se van a quemar en el infierno (que es un microondas del tamaño de Bahía Sur). Pero te paras a pensar y es una estafa, un tangazo como el Vaticano de grande.

A ver. Los que tienen mucho dinero se lo están pasando muy bien en esta vida, aquí y ahora, pero les dicen que se van a enterar en la próxima.

Los pobres se están cagando en ésta, pero les dicen que les va a ir mejor en la que viene. ¿Quién sale ganando, hermanos? Si nos ponemos delante del viejo ese que fundó Playboy, que está forrado, vive en una mansión sin quitarse el batín y rodeado de titis neumáticas a llamarle pecador ¿Quién lo pasa peor? ¿El satirón o nosotros?

Más vale pájara en mano que arcángel volando. Los que llenan el jacuzzi con Moet&Chandon ya tienen un adelanto del paraíso, pero ahora les dan un pagaré para el averno. A los muertos de hambre -los de aquí y los de verdad, que están en otros lugares del mundo- les dicen lo contrario: aguanta 70 años en este infierno, sin agua, sin comida, sólo con moscas, que luego te vamos a llevar a un sitio fantástico, con ríos de miel y harén propio.

El aviso del Vaticano ha tenido poco efecto. Ayer las colas en las administraciones de Loterías eran las habituales. Allí estaban muchos, echando la Primitiva, la Bonoloto y la Euromillonaria, sin importarles su nueva condición de aspirantes a pecadores. Si les toca, serán ricos y, entonces ¿al infierno!

Si ya lo decía Chiquito de la Calzada cuando reinventó el argot callejero en España a mediados de los 90. Todos somos unos pecadores, o aspiramos a serlo, que lo mismo es. Ya se sabe lo que dice el reglamento, dar o intentar dar (el pelotazo). Es lo mismo.

Qué pena que la reforma de los pecados haya llegado en tiempos de crisis galopante y, ahora, los millonarios vayan a ser unos pocos menos. El gran consuelo, qué alegría, es que los pobres (todos esos que iremos al cielo silbando ufanos la melodía de La gran evasión) cada vez somos más. Cada día se añaden al grupo unos pocos que no pueden con la hipoteca y otros cuantos miles en África, Suramérica y Asia que ni siquiera saben lo que significa esa palabra.

En Cádiz, además, no hay muchos ricos, así que una parte de la decisión del Vaticano ha venido muy bien a esta Bahía en la que la riqueza tiene tan mala prensa como la prisa. Lo de considerar pecado el endrogarse ya es otra historia. O pedimos que la grifa y el valdepeñas sean considerados pecados veniales, o aquí vamos todos pa' lante. Perdónanos.