Opinion

Difícil salida

Los malos resultados obtenidos por Izquierda Unida en las elecciones del pasado domingo, que contando los votos cosechados por su referencia catalana ha perdido una cuarta parte de su electorado de 2004 y se ha quedado con dos diputados de los cinco que logró hace cuatro años, han empujado a la formación hasta ahora liderada por Gaspar Llamazares hacia un callejón de muy difícil salida. Sería erróneo imputar el retroceso al apoyo prestado al Gobierno de Rodríguez Zapatero puesto que, probablemente, igual de costoso hubiese sido para IU una acción política de abierta oposición al mismo. La debacle del domingo es consecuencia del paulatino declive de una alternativa que trata de situarse a la izquierda de la opción socialdemócrata y mayoritaria. Una posición política que está siendo casi imposible de mantener en los países de nuestro entorno. Existen factores ajenos a la responsabilidad de la actual Izquierda Unida para explicar tal situación; como una ley electoral que penaliza a esta formación. Pero, habida cuenta de las complicaciones que entrañaría modificar una norma con la que se restableció la democracia parlamentaria y cuya adecuación a las justas demandas de IU iría en perjuicio de las formaciones nacionalistas, es más que probable que Izquierda Unida tenga que resolver el problema de su viabilidad por sí misma.

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La primera condición que ha de ofrecer a sus votantes es el de una unidad que amenaza con quedar aún más maltrecha durante la preparación y la celebración de la IX Asamblea convocada para esta primavera. La persistencia en el seno de IU de una organización como el PCE, como una estructura que antaño vertebraba a Izquierda Unida y que hoy no renuncia a hegemonizar su funcionamiento, constituye una rémora imposible de compatibilizar con la renovación que precise la plataforma política y electoral representada hasta la fecha por Llamazares. Pero la unidad no va a serle suficiente a IU para asegurar su continuidad como formación autónoma. Como no le va a ser suficiente apurar al máximo el voluntarismo de sus militantes para mantenerse activa. Le será imprescindible superar contradicciones flagrantes, como la que ha supuesto para esos mismos militantes descubrir tras el asesinato de Isaías Carrasco que su partido gobernaba el Ayuntamiento de Mondragón con quienes se niegan a condenar dicho crimen.