El punto de partida
Las videoconsolas no han sido capaces de arrinconar el ajedrez, que mantiene su tirón entre los escolares
Actualizado: GuardarLejos de estar en jaque, el ajedrez goza de muy buena salud, quién lo diría. A pesar de sus más de mil años de antigüedad, el empuje de las nuevas tecnologías no logra arrinconar este arcaico juego. Al contrario, parece haberle insuflado nuevos bríos. Está claro que el tablero blanquinegro jamás podrá dar el mate a las consolas de videojuegos, pero en términos relativos bien podríamos decir que rey, dama y alfiles firman tablas con la todopoderosa Playstation.
«En los ultimos 15 años, el ajedrez no ha dejado de ganar presencia social», asegura Nikola Lococo, filósofo, monitor nacional de la Federación española (FEDA) y profesor-entrenador de los niños del colegio Umedi y del equipo de la ONCE. «Y es normal, porque pasado un primer umbral de dificultad da mucha satisfacción». Aunque no es esa la razón de su popularidad. Paradójicamente, los ordenadores e internet tienen bastante que ver con ello. «Durante el siglo XX, estuvo muy asociado a la URSS –Trotsky y Lenin eran muy aficionados–, pero sobre todo triunfó entre los comunistas porque es un juego terriblemente barato: no consume eletricidad, ocupa poco, es portátil y en relación a la inversión necesaria proporciona una satisfacción enorme. Sin embargo, hoy el ajedrez se ha popularizado sobre todo en las escuelas, donde está siendo apoyado por grandes empresas. Se ha levantado un interés psicológico e intelectual enorme a raíz de que los gigantes informáticos comenzaran a utilizar el ajedrez como banco de pruebas para medir la inteligencia articial de sus programas. IBM construyó el Deep Blue, que jugó con el campeón del mundo y lo ganó».
El ajedrez es un deporte mental, así que tampoco es extraño que se practique en los colegios. En el caso vasco, unos 3.000 chavales de entre ocho y dieciséis años lo practican organizadamente como actividad extraescolar. «Si le añadimos los que juegan esporádicamente y los menores de ocho años –edad mínima para competir en las ligas escolares– estaríamos hablando de unos 5.000 chavales», explica Miguel Ángel Muela, presidente de la federación vasca. «Además, se apuntan tantas chicas como chicos». Y es que el ajedrez supera todas las fronteras, «es compatible con cualquier otra actividad», comenta Muela. «Es un lenguaje universal que puedes compartir con todas las personas del mundo gracias a internet», añade Lococo. «Es común y funciona al margen de razas y religiones».
Entonces, ¿por qué se tiene la sensación de que la Play va a terminar con el juego? «Es cierto que hubo un bajón en el número de jugadores escolares, lo notamos, pero en lo últimos cinco años se mantiene constante», anota Muela. En España hay alrededor de 30.000 adultos federados y otros 45.000 pequeños llenan cada fin de semana los clubes de ajedrez y las salas de los colegios. «A nivel nacional, el ajedrez está en claro aumento», puntualiza el director técnico de la FEDA, Ramón Padullés. Cuando cumplen los 15 años, cerca de un tercio de los chicos y dos tercios de las chicas dejarán a un lado los caballos y peones, pero nuevos aprendices les tomarán el relevo. «Podemos afirmar que el ajedrez es uno de los ocho deportes escolares más importantes en estos momentos», insiste Lococo.
Obviamente, hay nuevas ofertas de ocio con las que el ajedrez debe competir, pero las torres han sabido enrocarse a la perfección para soportar el empuje de los juegos digitales. «La tecnología nos ha beneficiado mucho –reconoce Padullés–. Los programas de entrenamiento en los que se puede jugar a un alto nivel contra la máquina son de gran ayuda para formar a los pequeños».
Sustituto de videojuegos
«De hecho, el ajedrez es un sustituto de otros videojuegos. No me meto en si son buenos o malos, lo cierto es que en las consolas también se puede jugar al ajedrez». Además, la Gameboy es del todo compatible con el tablero. Durante la final del campeonato escolar celebrado a primeros de febrero, la Nintendo y el tablero tenían igual número de seguidores. Es todo un espectáculo observar a un centenar de muchachos de entre 10 y 14 años sentados en silencio. Cuando concluyen las partidas, las consolas recuperan el protagonismo.
A sus 13 años Javier Virgín, el actual campeón escolar, tampoco pudo resistirse y fue corriendo a por la suya. «Lo ves papá, no me ha distraído que mamá guardara la consola en el bolso», fanfarroneó. Javier mueve los mandos de la Play casi tan bien como las piezas, pero no la cambia por el tablero. «Me gusta jugar contra otros chicos porque la máquina no comete errores y eso es aburrido», sentencia. Pero lo mejor del ajedrez es que no hace falta ser el número uno para disfrutar. Íñigo Villanueva e Iker Rivas también participaron en la competición. «Lo mejor es jugar en casa contra mi padre», comenta Íñigo. «Además, cuando juegas al ajedrez se te despeja la mente, mientras que con la Play parece que te acabaras de levantar de la cama», añade Iker.
A lo largo de sus más de mil años de historia, el juego ha sufrido múltiples cambios, quizá los tableros desaparezcan; las tiendas rara vez venden uno salvo que sean para decoración. Por contra, en una ciudad de tamaño medio, se compran dos docenas de videconsolas cada día. Nunca faltarán ajedrecistas para poner sus fichas en el punto de partida.