
La segunda Ermita
Los vecinos de La Inmacula comenzarán a abandonar sus viviendas en breve, huyendo de las amenazas de los traficantes y de los problemas de infraestructura que presenta la barriada
Actualizado: GuardarEn un auténtico sinvivir». Así se encuentran los vecinos de la barriada de La Inmaculada. Y es que no sólo están sufriendo las consecuencias de que su barrio se haya convertido en un nuevo mercado de la droga, sino que también padecen importantes problemas de infraestructura.
Un grupo de vecinos trabaja en la sombra, por miedo a las represalias de los traficantes, para conseguir mejoras sociales y urbanísticas en la barriada, pero por el momento «no hemos conseguido nada», subrayan.
Cables cortados, cajetillas de la luz arrancadas, buzones rotos y pintadas es lo que diariamente se encuentran los vecinos de esta barriada, que intentan por todos los medios que los artífices de estos destrozos entren en razón.
La asociación vecinal asegura que a este mal uso de las zonas comunes hay que añadirle la mala calidad de las infraestrucuras de los bloques. Los desagües no funcionan y hay graves problemas de humedades en muchas de las casas. Además, los atascos se producen continuamente. La calle Nuestra Señora de Las Montañas, que es la más perjudicada, ha sufrido varias inundaciones durante los días de lluvia.
Las viviendas pertenecen a la Junta de Andalucía y los inquilinos abonan una mensualidad que ronda los 50 euros. Los bloques fueron inaugurados en 1996, pero se han ido deteriorando a un ritmo vertiginoso, «debido a que muchas familias que viven en el barrio están desestructuradas». Además, están colindando con las barriadas de Los Milagros y José Antonio, por lo que cuando aumenta la presencia policial en esos barrios conflictivos, los traficantes se desplazan hacia la zona de La Inmaculada.
Desde la Delegación Provincial de Obras Públicas se ha dejado claro que poco a poco se están respodiendo a todas las demandas de los vecinos. A finales de la semana pasada, la Junta envió a una empresa para que arreglase las deficiencias de los desagües y las cañerías, aunque los vecinos aseguran que hay muchos más problemas pendientes.
«Nos vamos a ir porque no vemos otra solución», comenta una de las vecinas que está trabajando por el barrio. Y es que la mayoría de las familias han tomado la decisión de abandonar las viviendas ante la mala situación que presentan y ante las continuas amenazas que reciben de los traficantes. «Se convertirá en la segunda Ermita Santa Clara», comenta una de las vecinas afectadas, que advierte que cuando abandonen las casas las familias que hasta ahora han luchado por mejorar la barriada, todos los pisos serán ocupados por traficantes. Así, los vecinos advierten de que en unos años, y tal y como ocurrió en las viviendas de la Ermita Santa Clara, si las administraciones no ponen una rápida solución, «tendrán que derribar los bloques para acabar con los problemas de manera radical».
José Montes, comisario de El Puerto, ha confirmado que existen doce puntos de venta de droga en la zona, aunque ha dejado claro que la zona está controlada por los agentes de seguridad que realizan patrullas rutinarias.
Pero la asociación vecinal asegura que los problemas no paran de aumentar. De hecho, la mayoría de los inquilinos no aparcan sus vehículos en los aparcamientos del barrio, ya que en muchas ocasiones se han encontrado con las lunas y ruedas rotas.
Por ello, este grupo de personas que trabaja en el anonimato exige a las administraciones «una mayor implicación», ya que están hartos de «vivir con el miedo metido en el cuerpo y entre los malos olores provocados por los problemas en las cañerías».
Tendrá que pasar el tiempo para ver si, finalmente, las advertencias de los vecinos se convierten en realidad y todos los problemas sociales y estructurales quedan reducidos a un puñado de escombros.
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