Opinion

Manitas de plata

Soy hijo de un manitas de la plata. Mi padre fue mecánico de máquinas de oficina, máquinas de escribir. Tuvo dos buenos maestros, que fueron su tío Manolo y su primo Mariano. Pero él los superó, ya que era un enamorado de su trabajo. Y cuando uno se enamora de su trabajo hace cosas inverosímiles.

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Todavía tiene viejetes que le llaman para limpiar y reparar sus viejas Olivetti, Underwood, Royal y otras marcas de la época de Hitler (que Dios lo tenga muchos años en el infierno).

Mi papá es un manitas y yo lo admiro por hacer esas cosas. Aunque ya está algo pachucho y las manitas ya no son tan buenas como antes.Él dice que con la edad ya no son tan perfectas como antes. En mi casa arreglaba hasta los reberberos y nada se le resistía.

Él decía que estaba como el coca-cola, en todas partes. Ya fue uno de los pioneros de Rumasa, al que vio crecer a pasos agigantados. Y todavía mantiene contactos con la familia Ruiz-Mateos. Y yo le digo, «'papal', no te metas en fregados», pero él contesta que «ya a mi edad me da igual ocho que ochenta». Es de piñón fijo.

Gracias, papal.

Manuel Jesús Cristóbal Valle. Jerez