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Amansar a la fiera

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El himno de Estados Unidos, la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Antonin Dvorak, y Un americano en París, de George Gershwin, sonarán esta noche en Corea del Norte, el país más hermético y aislado del planeta. Y no lo harán clandestinamente en una radio pirata introducida de contrabando desde China, sino en el concierto que ofrecerá la Orquesta Filarmónica de Nueva York en Pyongyang, la capital de este régimen estalinista que retrotrae a la Unión Soviética de los años 50 y a la China de la Revolución Cultural.

En una expedición histórica, comparable a la que la propia Filarmónica llevó a cabo en la entonces URSS en 1959, el mayor grupo musical estadounidense aterrizó ayer en el aeropuerto de Pyongyang con un permiso especial para permanecer en el país durante 48 horas. La delegación oficial comprende a 300 personas, incluyendo músicos, empleados y hasta periodistas. Es todo un gesto de buena voluntad del régimen que dirige con mano de hierro Kim Jong-il, el actual caudillo de Corea del Norte e hijo del fundador de la patria, Kim Il-sung. Aunque no se sabe si el Querido Líder acudirá a la velada, el concierto será retransmitido en directo por la televisión estatal norcorean, que interrumpirá por un par de horas su alienante programación de películas de guerra y noticias propagandísticas para hacer un hueco a una música distinta a las canciones patrióticas que interpretan los coros del Ejército.

«Soy músico, no político, así que haremos todo lo que podamos para acercar a nuestros dos pueblos», prometió el director de la orquesta, Lorin Maazel. Escuchar el himno del tío Sam y ver ondear la bandera de las barras y estrellas junto a su enseña nacional debe parecerles un sacrilegio a los norcoreanos, porque Washington y Pyongyang continúan técnicamente enfrentados desde la Guerra de Corea (1950-53), ya que ambos países sólo firmaron un armisticio, y no un tratado de paz, para zanjar el conflicto.

Además, George Bush situó a Corea del Norte en el Eje del Mal, junto a Irak e Irán, por su programa nuclear. Aunque el régimen de Kim Jong-il detonó en octubre de 2006 su primera bomba atómica, las relaciones entre ambos países se han suavizado desde que Pyongyang aceptó hace ahora un año renunciar a sus armas nucleares a cambio de reconocimiento internacional, petróleo y ayuda humanitaria. El acuerdo se encuentra estancado por el retraso norcoreano a la hora de declarar su programa atómico, pero la diplomacia musical de la Filarmónica neoyorquina persigue amansar a las fieras para que Kim Jong-il se olvide de sus peligrosos delirios nucleares.