Amor a la letra impresa
Actualizado: GuardarHubo un tiempo en el que el amor estaba en el aire. Bien, hoy está en las librerías. Basta con entrar en una para comprobar el buen momento que viven los estudios sobre el amor y la sentimentalidad, un género en expansión que trata de analizar con cierto rigor las razones y los misterios del corazón humano, esa válvula extraña y enamoradiza.
Desde hace cuatro meses, Eduardo Punset ocupa un lugar en lo más alto de las listas de ventas gracias a ‘El viaje al amor’ (Destino), un libro que ofrece una interpretación científica del hecho amoroso y llega a conclusiones tan interesantes como antirrománticas. Por ejemplo, que eso que llamamos amor es, antes que nada, puro instinto de supervivencia. «Es sorprendente que la mayoría de la gente asocie el amor a un resplandor fugaz que ilumina un ansia de entrega y desprendimiento», escribe Punset. «El amor es para ellos una conquista reciente del conocimiento, perfumada de un hálito literario. Pero el amor –entendido como impulso de fusión– es una constante de la existencia, y nunca hubo vida sin amor. El impulso de fusión es una condición inexcusable para sobrevivir».
Toda la vida creyendo que el negociado amoroso estaba a cargo de Cupido, el rechoncho diosecillo casamentero, y ahora descubrimos que, en realidad, los que mandan son los genes. Quizá sea sensato ir haciéndose a la idea. El último libro de la etóloga estadounidense Helen E. Fisher, ‘Anatomia del amor’ (Anagrama), es un gran instrumento para acercarse a las claves científicas de asuntos cotidianos como el adulterio, la monogamia o el divorcio.
Las reglas del juego
Fisher explica de un modo claro y preciso las reglas del juego amoroso y no siente demasiados escrúpulos a la hora de entrar con un bate de béisbol en el museo de porcelanas de la corrección política. A este respecto resultan llamativos los capítulos dedicados a analizar las diferencias entre hombres y mujeres y a negar el mito moderno de la igualdad de los sexos. Las diferencias genéricas son reales, nos dice, y es difícil llevarle la contraria cuando sabemos que las estructuras cerebrales están de su parte.
Uno de los grandes retos intelectuales de nuestro tiempo consiste en redefinir el concepto de libertad y autonomía en tanto que somos, la expresión es de Richard Dawkins, «máquinas programadas por genes». Trasladada al terreno del amor, la cuestión se transforma en una seria amenaza de derribo contra un castillo cultural que comenzó a edificarse en los tiempos del amor cortés y los trovadores. ¿Qué queda del flechazo, el amor verdadero y la pasión más allá de la muerte si la atracción entre dos individuos es, básicamente, una cuestión de feromonas y patrones químicos?
Fisher propone una respuesta: «Hay magia en el amor, como bien saben los poetas y los enamorados. No pretendo violar ese santuario. Pero nuestros imperativos sexuales son tangibles, cognoscibles. Y creo firmemente que cuanto mejor comprendamos nuestra herencia humana, más la dominaremos y más amplio será nuestro libre albedrío».
Con un pie en el camino de la antropología y otro en el de la ‘magia’ de la literatura, el erudito francés Alain Montandon analiza en ‘El beso’ (Siruela) qué es lo que hay detrás de ese gesto cotidiano que pone en acción veintinueve músculos de la cara y está lleno de variantes y significados, desde el saludo a la traición, pasando por el deseo, el perdón o la bendición. «Al igual que las lágrimas, los gestos, los suspiros o los sollozos, el beso forma parte de una semiología sentimental, con una gama muy rica de matices que se presta a múltiples ambivalencias, menosprecios, malentendidos y confusiones», escribe Montandon. El francés propone con viveza toda una filosofía del beso y anota un buen número de referencias librescas, que van desde los libertinos del XVIII hasta autores tan dispares como Shelley, Joseph Conrad o Franz Kafka, quien desconfiaba de la utilidad de mandar besos por carta, ya que «los fantasmas se los beben por el camino».
En otro de los títulos recién llegados a las librerías podemos encontrar el reverso tenebroso de los besos de Montandon. Se trata de la reedición de uno de los textos más conocidos del pensador francés Georges Bataille: ‘El erotismo’ (Tusquets). En él, este heterodoxo contemporáneo de Sartre utiliza la aparatosa brillantez de su estilo para poner en relación el sexo con los que fueron sus grandes temas: el sacrificio físico y la muerte.
Fuertemente influenciado por el marqués de Sade y con un énfasis casi operístico, Bataille concibe el amor como un fatal desequilibrio: «El amor eleva el gusto de un ser por otro a un grado de tensión en el que la privación eventual de la posesión del otro –o la pérdida del amor– no se resiente menos duramente que una amenaza de muerte. Así su fundamento es el deseo de vivir en la angustia, en presencia de un objeto de valor tan grande que el corazón le falla a quien teme perderlo».
Con una serenidad mucho más contemporánea y una visión sociológica de la realidad, los catedráticos Manuel Castells y Marina Subirats recogen en ‘Mujeres y hombres, ¿un amor imposible?’ (Alianza) sus reflexiones sobre el papel de hombres y mujeres en nuestras sociedades modernas, centrándose en asuntos tan cercanos como las relaciones de pareja, las separaciones o la educación de los niños. El libro contiene sendos textos analíticos que, dejando a un lado la jerga académica, tratan de establecer las características de los mundos masculino y femenino.
Catálogo romántico
La segunda parte del volumen recoge un diálogo entre ambos profesores, una conversación «sin cortes ni autocensuras» que se transcribe tal como tuvo lugar y en la que se abordan temas como el maltrato doméstico, el papel de la mujer en las esferas políticas o la importancia de los medios de comunicación en la definición de «los roles sexuales».
Quienes quieran ver cómo esos roles han ido transformándose a lo largo de los siglos desde una perspectiva literaria pueden acercarse a un volumen de capricho titulado ‘Libro del amor’ (451editores). En él encontrarán una recopilación de textos clásicos, en su mayoría pertenecientes a la Edad Media y el Siglo de Oro, que versan, claro, sobre el amor: piezas en prosa firmadas por autores como Joan Martorell, Cervantes, Lope, Fernando de Rojas o Clarín, que aparecen acompañadas por una estupenda colección de reproducciones en color de cuadros de Tiziano, Rubens, Manet o Botticelli. En opinión de Javier Azpeitia, que firma la introducción, este libro aspira a dar «una muestra variada, representativa, sorprendente y, sobre todo, de alta calidad literaria, de los modos de abordar el amor en nuestra narrativa».
Un buen complemento para ese comprimido catálogo de alta literatura romántica es ‘Breve tratado de la pasión’ (Lumen), un volumen en el que Alberto Manguel compone una antología personal de cartas y poemas de amor que avanza a través de los siglos y puede leerse como «el largo correo amoroso entre dos personajes que no requieren otros nombres que Amado y Amante». Sin embargo, la mayoría de los lectores tendrán muy en cuenta los nombres de los invitados al texto de Manguel. No en vano el libro contiene poemas de, por ejemplo, Catulo, Ronsard, Garcilaso o Marina Tsvétaïeva, y cartas de Byron a Aurora Leigh, de Borges a Estela Canto, de Enrique VII a Ana Bolena o de Miguel Hernández a Josefina Manresa.
Grandes personajes
Grandes personajes a los que, en cierto modo, el amor igualó con sus semejantes. Fijémonos en una carta de Napoleón, fechada en marzo de 1796, en la que el futuro emperador muere de amor por la ingrata Josefina: «No he pasado un día sin amarte, no he pasado una noche sin oprimirte entre mis brazos, no he bebido una taza de té sin maldecir a la gloria y a la ambición que me tienen alejado del alma de mi vida».