ruido
Una discusión, para tener sentido, necesita partir de algo sólido. Puede ser una incógnita (por ejemplo: ¿Existen los extraterrestres?) o puede ser una afirmación sobre un hecho cierto (Se está investigando la existencia de extraterrestres). En ambos casos, los frutos de la discusión tendrán valor: si es una incógnita, porque ésta puede quedar despejada; si es un hecho contrastado, porque conoceremos sus implicaciones y consecuencias. Pero si uno parte de un no-hecho, de una afirmación gratuita y ficticia, entonces la discusión no va a ninguna parte, salvo a levantar ruido y ventilar prejuicios.
Actualizado: GuardarEso fue exactamente lo que hizo La Noria este sábado, en Telecinco, al plantear como punto de partida de su debate un no-hecho: Los obispos piden al voto para el PP, idea repetida no menos de diez veces en la presentación del debate. Vamos a ver: uno puede pensar lo que quiera sobre la nota de la Conferencia Episcopal, y puede pensar también que, dado que critica aspectos de la política socialista, y dado que la alternativa mayor a la política socialista es el PP, esa nota puede interpretarse, oblicuamente, como una recomendación de voto para el PP; pero este ejercicio, en todo caso, no deja de ser un juicio de intenciones, porque la nota de los obispos no pide el voto para nadie.
¿Puede organizarse un debate sobre un juicio de intenciones elevado a la categoría de afirmación apodíctica? No, porque entonces debatimos sobre el vacío. Eso precisamente pasó esta vez -como tantas otras- en La Noria: que se discutía sobre el vacío. Y como la palabra tiene, por naturaleza, horror al vacío, el hueco vino a llenarse con las habituales efusiones pasionales que tanto gustan en nuestra televisión: tópicos, acusaciones e imputaciones, prejuicios y apriorismos, ruido y, por supuesto, furia (con permiso de don William Faulkner).
La furia la pusieron, además de los jueces del tribunal popular, los simpáticos SMS de los espectadores, como ese que gritaba «Cloro al clero» y que recordaba las atrocidades de los años treinta. Por cierto: aquí parece que uno sólo puede decir que es católico cuando, acto seguido, se deshace en soflamas anticlericales, como hace María Antonia Iglesias. Pues bien: este escriba, católico que lo es -y poco dado a las soflamas anticlericales-, se sintió agredido por el planteamiento de La Noria, y ello en tanto que católico, no en tanto que espectador o crítico. Cierto que, como católico, no habría visto jamás ese programa; lo vi como crítico. Y para este último traje, el de espectador o crítico, valen las consideraciones anteriores: un debate que parte de afirmaciones falsas no merece ningún respeto. Pero seguro que en La Noria están convencidos de que existen los extraterrestres. Es la destrucción de la razón.