Editorial

Kosovo irreversible

La asunción por parte de la comunidad internacional de la secesión de Kosovo como un acontecimiento irreversible, que podría consumarse este mismo fin de semana, no puede desembocar ni en una dejación de las propias responsabilidades fruto de lo que parece inevitable, ni tampoco en una valoración ingenua o conformista de los riesgos que comporta una declaración unilateral de independencia en el corazón de los Balcanes. Las sangrientas consecuencias que provocó la violencia étnica en un área convertida en un polvorín para los europeos deberían haber supuesto una enseñanza insoslayable no sólo para Serbia y la mayoría albanesa que integra su provincia, sino también para todos aquellos implicados en el intento de procurar una salida negociada: la ONU, EE UU, Rusia y, singularmente, la Unión Europea, que ha vuelto a demostrar ante un desafío tan crítico su incapacidad para articular una política exterior verdaderamente común y compartida, ofreciendo la impresión de haberse plegado a intereses externos en un conflicto que atañe directamente a su marco de seguridad y estabilidad. Prueba de ello es la incapacidad para liderar un proceso coordinado que impidiera que la declaración de independencia sea unilateral y sin las tutelas necesarias.

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La aceptación con mayor o menor convicción de la segregación kosovar exigirá de la UE todos los esfuerzos para tratar de garantizar que el nuevo estado no resulte un proyecto fallido y para contener la frustración indignada de los serbios amparados por Rusia. Pero, sobre todo, para evitar que el enfrentamiento sobre Kosovo prenda nuevamente la mecha de la violencia. La insistencia del Gobierno español en que seguirá defendiendo una actuación basada en la legalidad internacional, la unidad de la UE y la seguridad en los Balcanes refleja la incomodidad en que se encuentra el Ejecutivo ante la disparidad de criterios existentes entre sus socios y la inminencia de una secesión no consensuada que Europa está dispuesta a aceptar aunque el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero no la comparta en sus términos. Pero las inconveniencias derivadas de las tensiones territoriales existentes en el Estado no justifican la inaceptable comparación establecida por el presidente ruso entre la situación en Kosovo y el País Vasco, ni mucho menos que los nacionalistas esgriman un precedente ligado a una guerra tan cruenta como la de la ex Yugoslavia para incentivar el soberanismo más radicalizado.