Cultura

Clapton se confiesa

El músico publica una sincera autobiografía donde repasa los capítulos más significativos de su vida y obra

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Escrito esto con sesenta y dos años, llevo veinte años sobrio y estoy más ocupado que nunca. He finalizado una gran gira mundial y, aunque tantos viajes a veces resulten agotadores, me gusta el ajetreo. Estoy prácticamente sordo, pero me niego a llevar audífono porque me gusta el sonido natural de las cosas aun cuando apenas puedo oírlas. Soy perezoso, me resisto a hacer ejercicio y a consecuencia de esto mi forma física es deplorable. Soy un cascarrabias de los pies a la cabeza y estoy orgulloso de ello. Ahora sé quién soy .». Eric Clapton (1945) tira de retrovisor y se confiesa. Sin tapujos y destapando una vena autocrítica que, paradójicamente, rara vez ha aplicado a su trayectoria musical. Sin rechazar los episodios más escabrosos, el músico británico ha llevado su vida y obra al papel, fragmentando, en cierta forma, una imagen, para algunos icónica, construida sobre cimientos con argamasa sesentera como The Yardbirds, John Mayall & The Bluesbreakers y, sobre todo, Cream, el supergrupo, formado junto a Jack Bruce y Ginger Baker, que llevó la leyenda Clapton es Dios de los muros del metro londinense a los escenarios y equipos de música de medio mundo.

Su posterior trayectoria, a la cabeza de los espléndidos Derek & The Dominos, junto a los efímeros Blind Faith o en solitario -primero con interesantes trabajos como su debut homónimo (1970) o 461 Ocean Boulevard (1974), luego en un estado de continua sobrevaloración, escasa autoexigencia y agarrado mediaticamente a éxitos como Unplugged (1992)-, se erige en hilo conductor de Clapton. La autobiografía (Global Rhythm Press; 2008). Un libro sorprendentemente descarnado y franco, publicado en el mercado anglosajón el pasado año y cuyas 335 páginas alternan la atención musical con una lectura vital, mucho más atrayente y analítica. De hecho, Clapton disecciona con cabeza fría una crónica iniciada en una infancia sin padres, tutelada por sus abuelos, una adolescencia introvertida y una juventud desorientada que precedió a décadas de inmersión en los dominios del alcohol y la heroína. Trenzando sus etapas musicales con las personales a través de una sucesión de capítulos bautizados de forma explícita -Años perdidos, El final del camino, Secuelas, Encrucijadas, Padre de familia-, Clapton hurga sin recelo tanto en el daño producido a sí mismo como a los demás. No faltan capítulos centrados expresamente en momentos delicados y dolorosos como El y Nell (estructurado sobre su obsesión y posterior relación con Pattie Boyd, mujer del Beatle y amigo, George Harrison) o Conor (su hijo de cuatro años fallecido a causa de un accidente doméstico). En todos ellos, late una escritura que huye del sentimentalismo y la complacencia para encontrar la redención en una recuperación personal que le lleva a sentenciar, en las antípodas de la nostalgia, que los últimos diez años han sido los mejores de su vida.

Desbordando el retrato de la narración musical, Clapton. La autobiografía expone la radiografía manifiesta y veraz del hombre. De la interacción entre vida pública y privada. De las causas y consecuencias del binomio música-negocio. De sus beneficios y riesgos. De la vida misma