Cultura

El pianista Andrei Gavrilov, esta noche en el Villamarta

El pianista Andrei Gavrilov interpretará esta noche en el Teatro Villamarta un programa que incluye obras de Chopin, Rajmáninov y Prokófiev. El concierto arrancará con la Sonata para piano núm. 2 en Si bemol menor, Opus 33, de Fryderyk Chopin. Tocada por primera vez en París en abril de 1841 por el propio autor, esta pieza incluye la conocida Marcha fúnebre, uno de los fragmentos más conocidos del repertorio pianístico de todos los tiempos. La leyenda cuenta que Chopin compuso este movimiento fúnebre para conmemorar el aniversario de la insurrección de Varsovia. Sin embargo, no existen pruebas que avalen esta idea.

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Al romanticismo pianístico del compositor polaco le sucederá Serguéi Rajmániov, un artista encuadrado en el mismo movimiento aunque en sus últimos coletazos. De Rajmáninov, Gavrilov interpretará un Estudio y cuatro Preludios, cerrándose así la primera parte del concierto.

Piano romántico

Admirador y depositario del gran piano romántico, Rajmáninov ignoró los diversos rumbos que emprendió la música en su tiempo para ser fiel únicamente a sí mismo. Abandonó la Rusia revolucionaria, se instaló en Estados Unidos y siguió una carrera triunfal como pianista y director de orquesta. Como compositor, lo mejor de su obra se encuentra entre las páginas dedicadas al piano, el capítulo más amplio de su producción.

La Sonata para piano núm. 8, Opus 84, de Serguéi Prokófiev, forma parte de la segunda parte del concierto de Andrei Gavrilov en el Teatro Villamarta. Se trata de una pieza de sobra conocida por el instrumentista ruso, pues no en vano la grabó en 1991 -cuando sólo contaba con 17 años de edad- en la Friedrich-Elbert-Halle de Hamburgo para el sello Deutsche Grammophon.

Se trata de la sonata más extensa de las nueve que compuso para piano Serguéi Prokófiev y está organizada en tres movimientos. El primero de ellos se inicia en un ambiente ensoñador y pensativo. Para Andrei Gavrilov, el segundo movimiento de los tres es «uno de los más enigmáticos» tiempos lentos compuestos por su autor.

En cambio, el tercer y último irrumpe con fuerza, como si el músico despertara y volviera a la realidad de una Europa que cabe recordar que en aquella época sufría los horrores de la II Guerra Mundial.