LA GLORIETA

Boris y Sartre

Decía Sartre que todo cuanto sabía de la moral y del ser humano se lo debía al fútbol. En mi caso, gran parte de lo que sé se lo debo a los plenos municipales. Los plenos, en contra de lo que muchos (que han estado presentes) pudieran pensar no son lugares tediosos donde los concejales se dedican a dormitar con los ojos abiertos, a hacer morisquetas, sacar la lengua o comer chuches en sobres camuflados con el membrete del Excmo. Ayuntamiento.

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De los Plenos se aprende casi tanto de la condición humana como del libro de Malraux. Se aprenden reglas básicas de la convivencia como que el más fuerte siempre gana. Si te echan a uno del equipo contrario por tarjeta roja -y aquí volveríamos a los símiles con el fútbol- tal vez no ganes el partido. Pero si juegas 18 contra 8 no pierdes ni aunque sea el Milan. También está la regla incomprendida de que cuanto más alto, mejor. No más claro, sino más alto, como se les habla a los extranjeros para que nos comprendan mejor.

Otro de los puntos que no entendería una persona con un mínimo de sentido común: hay que discutir aunque se sepa que se va a perder. Es lo que se llama democracia. Tú curras, te desgañitas y luego te dicen 'no' por sistema. A cualquiera le desanimaría, pero a la oposición no, puesto que básicamente es por lo que cobran.

Por último están otras pequeñas lecciones: cómo no desaprovechar la ocasión una para dar una puñalada trapera, como dejar en ridículo a los compañeros de bancada; aplaudir a tiempo; guardar la compostura cuando se requiere, etc. Esas pequeñas cosas que, como diría Boris Izaguirre, te hacen descubrir un mundo del que de inmediato quieres huir. Vaya cita.