Serbia entierra el fantasma del pasado
El actual presidente, Boris Tadic, demócrata y proeuropeo, derrota al ultranacionalista Nikolic y abre el camino a la integración en la UE El resultado, no obstante, refleja un país dividido y enfrentado
Actualizado: GuardarGanó el bueno. Las calles de Belgrado explotaron de alegría, música de trompetas y estruendo de bocinas a las nueve de la noche con los primeros resultados de las elecciones presidenciales, que dieron la victoria a Boris Tadic, el candidato proeuropeo. La joven democracia de Serbia, nacida de la caída del régimen de Milosevic en 2000, mostró ayer su madurez y que es capaz de desoír la llamada de sus peores instintos históricos, que no piensa en el pasado ni en fronteras, que entierra la revancha y los recelos, y que mira hacia Europa, en la misma dirección de sus vecinos. No hay vuelta atrás.
Una espectacular participación, cercana al 67,3% según los primeros sondeos, la mayor de la reciente historia serbia, quiso lanzar este mensaje y salió en apoyo de Boris Tadic, el actual presidente y líder del Partido Demócrata. El derrotado es Tomislav Nikolic, líder del ultranacionalista Partido Radical, aliado de Milosevic en el pasado, que había ganado en la primera vuelta por cuatro puntos. Tadic era el candidato que la UE respaldaba sin disimulo, con quien estaba lista para firmar un acuerdo previo de adhesión que romperá el aislamiento de Serbia desde la década de guerras balcánicas de los noventa. Bruselas esperaba una señal y ha llegado. Esta misma semana se firmarán los primeros acuerdos, que ya el año que viene eliminarán para los serbios los impopulares visados, símbolo del ostracismo.
Según los cálculos del Centro para Elecciones Libres y la Democracia (CeSID), Tadic se impuso por un 50,5% de los votos frente al 47% de Nikolic. El presidente remontó los cuatro puntos que había perdido y sacó a su rival tres más. Ha pasado lo mismo que en 2004, en idéntico duelo. En el primer turno, la apatía por unas reformas que no llegan y la progresiva desilusión por el Gobierno de los partidos demócratas desde 2000 ha ido desarrollando pereza por acudir a las urnas. Belgrado, con el electorado urbano más moderno y reformista, es el caso ejemplar. En la primera vuelta había tenido la participación más baja, y ayer se disparó casi diez puntos.
Los serbios progresistas no estaban tan dormidos como para dejar el país en manos de Nikolic. Les ha despertado el temor al regreso a la Serbia de los noventa y al discurso primitivo ultranacionalista, el fantasma del pasado. Ha bastado verle aparecer y han corrido a votar. Sin embargo, la euforia de ayer no oculta una evidencia: hay dos Serbias, sigue siendo un país dividido con una peligrosa pulsión hacia el repliegue interno y el nacionalismo exacerbado.
La Serbia que ha perdido es la que da la espalda a Europa y busca refugio en Rusia, el único amigo que comparte su indignación por la independencia de Kosovo. La Serbia que, en su corazón, tiene aún guardado el rencor y la humillación de los bombardeos de 1999 de la OTAN. En teoría, Nikolic ha repetido que él mira hacia la UE tanto como Tadic, con la salvedad que sería un negociador más duro, y eso han argumentado muchos de sus votantes, rechazando lo que consideraban propaganda demonizadora, pero ayer Nikolic se quitó la careta enseguida. Sus primeras declaraciones fueron a la televisión rusa, media hora después del cierre de los colegios:
«Estoy convencido de que he ganado. Soy contrario a la venta de nuestros aeropuertos a la OTAN y a la entrada de Serbia en la Alianza. Estoy a favor de una cooperación militar con Rusia». Sobre Kosovo que su papel como presidente será defenderlo, tal como le pide la Constitución.
Reaparece la chapa
A las nueve el Partido Radical ofreció su primera rueda de prensa, dando por hecha su victoria. En la solapa del portavoz reapareció por arte de magia, tras meses de campaña de maquillaje, la chapa con la foto de Vojislav Seselj, el fundador del partido que está siendo juzgado en La Haya por crímenes de guerra. De esto se ha librado Serbia y Europa, pero ahí sigue, latente en la mitad de la población.
El ex ministro de Relaciones Exteriores del primer gobierno demócrata, Goran Svilanovic, intentó ayer darle al fenómeno una dimensión menos preocupante: «Los votantes de Nikolic no son todos nacionalistas, que odian a los demás, es gente normal que por desgracia no le relaciona con Milosevic, olvida su pasado y de dónde viene y sólo contempla la política desde 2000».
Pese a todo, pasada la tensión de la campaña, y con lo que estaba en juego, al final de la noche predominó la educación y el sentido democrático. Como en un país normal, Nikolic felicitó a su rival y asumió la derrota. Contribuyó a la relajación general. Tadic esperó hasta más allá de las diez para aparecer en público y anunciar la victoria: «Han ganado todos los serbios, Serbia va hacia Europa, ahora hay que ponerse a trabajar». Luego se puso serio, consciente de lo ajustado de la victoria, y anunció que combatirá la corrupción, uno de los principales lamentos de los serbios. El triunfo de Tadic aporta también estabilidad a los equilibrios internos de la política serbia.Su partido forma parte del Gobierno, y su derrota habría llevado casi seguramente a unas elecciones anticipadas, con el Partido Radical muy crecido. Son temores y fantasmas que ahora quedan enterrados.