MILENIO

Despachos de bruselas

EL grupo socialista se niega a informar en la Diputación permanente del Parlamento andaluz sobre la cuantía exacta de la deuda histórica que el Poder juntero le reclama al Gobierno de España, como se dice ahora en estos tiempos reivindicativos de la marca España. Y nada mejor para sortear las andanadas de la oposición la levedad de cintura del consejero Griñán.

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Porque el titular de Economía te deja la sonrisa sin avisarte y se marcha sin dilaciones a sus quehaceres y compromisos. Inalterable Griñán.

Pero debería se más solidario con la sufrida oposición el actual titular de Economía, como hacía en sus tiempos el consejero Jaime Montaner, arquitecto en la vida civil y homólogo de Griñán en aquellos años ochenta en los que el encargado de la manija era Rodríguez de la Borbolla. Montaner escuchaba a todos en silencio y luego se ponía de acuerdo con dos o tres gacetilleros y largaba con profusión y profundidad. Una vez me lo dijo ante un micrófono:

«Estoy preparado para sustituir a Borbolla, llegado el caso». Le salió mal la operación y allí comenzó su declinar político.

Griñán es distinto a Montaner, pero comparte con este la curiosidad que despierta en las mozas y el acoso de los informadores más tozudos.

Además, Griñán domina los despachos de Bruselas y come periódicamente con el impasible y certero doctor Solbes, candidato a enterrador de Pizarro, la estrella emergente in extremis de los populares.

En pocas semanas saldremos de tantas dudas. Mientras, el generoso e inquieto líder Arenas pronuncia discursos alentadores contra el paro y la crisis que se anuncia, esgrimiendo un recetario de soluciones sorprendentes. Lo vemos bien al número uno del centro derecha, más delgado, quizás, pero muy de señor mayor tratando con tanto énfasis formalista cuestiones de estado. Y es que los líderes tienen serias limitaciones a la hora de relajarse e ironizar. El único maestro, al respecto, que recordamos es Rafael Escuredo.

Un relativista contundente, comenzando por él mismo y centrándose con un sarcasmo de doble filo sobre los líderes de la izquierda de la época.