Opinion

Paternidad ampliada

El dato de que en los nueve primeros meses del año pasado 106.000 hombres disfrutaran el permiso de paternidad, veinte veces más de los que lo hicieron en 2006, avala sin lugar a dudas lo idóneo de la articulación de la Ley de Igualdad de 2007 en un punto históricamente olvidado por nuestra legislación laboral. A la luz de las cifras, la ampliación del permiso a quince días para los varones respondía a una importante necesidad social al haberse beneficiado del mismo casi un tercio de los progenitores, si el cómputo se realiza sobre la base de los cerca de 370.000 nacimientos habidos hasta septiembre de 2007. Pero es en su vertiente pedagógica y de concienciación sobre un reparto de roles en el hogar basado en el esfuerzo compartido donde esta medida supera en mucho los simples números, proyectándose incluso más allá de la conciliación entre la vida laboral y familiar de los padres. El balance de los primeros meses de implantación resulta tan llamativo, no obstante, porque el nivel en el que se sitúan las ayudas públicas a la familia española es tan exiguo que el listón está realmente bajo. Y es que comparados con la Europa de los Quince, la media comunitaria de ayudas familiares es cuatro veces superior; lo que da una idea, sin restar importancia al avance que ha supuesto la medida, del largo camino que tenemos por delante. Basta con detenerse sobre el porcentaje del PIB que destinamos a estos fines, el 0,50%, y que nos convierte en el único país de la UE-15 por debajo del 1%, para percatarse de ello. Medidas como ésta o el cheque bebé de 2.500 euros están ciertamente acortando la distancia con nuestros socios europeos, y de cumplirse las promesas de incremento de plazas de guardería lanzadas por los candidatos a las elecciones del 9-M, la brecha se reducirá un poco más, pero en aspectos tan importantes como la cobertura de baja por maternidad estamos todavía demasiado lejos de los permisos de 14 meses con el 67% de salario para uno de los progenitores que están vigentes en países como Alemania.

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España es uno de los países con los índices de natalidad más bajos del mundo y la ONU ya ha advertido en varias ocasiones de que a medio plazo pasaremos a tener la población más envejecida, por encima incluso de Japón. La familia, en sus diversas manifestaciones, sigue siendo un importantísimo eje de integración colectiva y, por eso, todas las políticas de apoyo público para el desarrollo de una institución que sigue nucleando la estructura social terminan a la postre beneficiando a la sociedad en su conjunto.