PEDRO MARÍN CANTANTE

«El desamor hay que tomárselo con filosofía»

«Miro esas imágenes de cuando cantaba 'Aire' y me veo como un marciano», dice esta estrella de los 80

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Veinte años de silencio son muchos años. Sobre todo, para las cuerdas vocales de un cantante. Pedro Marín, el sensual jovencito que en los ochenta hacía suspirar a las nenas cantando Aire, ha vuelto a la música. Ahora tiene 46 años, lleva chistera y predica el electro-glam con un disco titulado Pulpo negro.

-Pulpo... Y negro. Eso intimida.

-Es un poco surrealista y tiene que ver con la literatura que me gusta, gótica, como la de Lovecraft. Pulpo negro es también una sensación emocional, un momento en la vida de muchas personas.

-¿Qué momento?

-De cambio. Es un estado anímico pasajero... El disco habla de amor y desamor; de ese momento en el que te das cuenta de que una historia se ha terminado y que tienes que tirar hacia adelante, deshacerte de un montón de lastres y empezar de nuevo.

-¿Es su caso?

-Mi momento actual es estupendo, creativo y emocionante, porque he vuelto a retomar mi gran pasión que es la música. Ahora bien, el desamor es algo universal. Todos lo conocemos.

-¿Algún consejo?

-Tomárselo con mucha filosofía. Aunque se acabe una historia que te parece lo más importante en tu vida hay que pensar que no es cierto. La vida sigue y seguramente vas a encontrar otra persona más interesante.

-O sea, que el amor de tu vida no existe...

-Existe, claro que sí. Pero si se ha roto esa relación es que no era el amor de tu vida. Ya encontrarás a otra persona que te quiera más. -¿Por qué ha mantenido un silencio de veinte años?

-Dejé la música a mediados de los ochenta, porque la compañía discográfica ejercía un control demasiado fuerte sobre el área creativa. Me sentía un poco frustrado como artista y no quería seguir haciendo más de lo mismo.

-¿Por eso se largó a Bali?

-He trabajado en muchas cosas, desde banca a importación de antigüedades. En Bali llegué a vivir un año y medio. Y también viví en Cabo Verde, donde dirigí una compañía financiera. Desde allí viajé mucho por el continente africano. Todos esos viajes te ayudan sobre todo a valorar lo que tienes y a ser más tolerante con otras culturas.

-¿Qué queda del Pedro Marín que cantaba Aire y volvía locas a las jovencitas?

-Sigo siendo el mismo, pero he madurado. Y me siento orgulloso de haber tenido éxitos tan enormes. No muchos cantantes pueden presumir de haber vendido dos millones de discos en tan poco tiempo.

-¿Pudo digerirlo?

-Sí. Lo llevé moderadamente bien. Aun así, prefiero el momento actual en el cual no hay esas estridencias de popularidad. Eso me permite centrarme más en el terreno creativo.

-No se volvió loco...

-No, je, je... De hecho, me salí. Quizá si me hubiera quedado habría enloquecido. Pero no creo. Soy muy fuerte. Y aquél sí era un cambio muy grande para una persona de 17 años. Pero siempre he tenido mucha fortaleza.

La isla bohemia

-¿Le viene de familia?

-Probablemente, porque yo he nacido en una casa en la nos lo hemos tenido que currar. Mi padre, que era piloto de carreras, se murió cuando yo tenía ocho años y mi madre nos sacó adelante como pudo, y con toda la familia en contra.

-Había oído que creció rodeado de artistas como Serrat, Pertegaz...

-Es que como mi madre se quedó viuda tan pronto y era muy guapa se hizo modelo. Por eso tuvimos ocasión de conocer a un montón de gente interesante. A mí el ambiente artístico, bohemio e intelectual, en plena época de la gauche divine de Barcelona, me parecía una pasada. Fue una isla dentro de la España franquista.

-Se adelantó usted a su tiempo, saliendo del armario.

-Dije que era bisexual en 1982. Pero eso de salir del armario es una opción personal, no hay que presumir de ello.

-¿Dijo bisexual por ponerlo suave?

-Dije bisexual porque lo era. Nunca me he declarado homosexual. Yo digo que soy gay, que es un concepto más amplio.

-Creo que tiene pareja estable. ¿Piensa en boda?

-Tengo pareja, pero lo de casarme no me interesa porque no creo en la estupidez de los papeles.

-Y ha vuelto a hacer una versión de Aire...

-Sí, quería congraciarme con mi pasado, con esa parte que no tenía tan asumida y afrontarla desde otra perspectiva. Lo que me fascina de esa canción es que es más que un tema pop, es casi un himno generacional, un canto a la libertad.

-Muchas adolescentes forraban los libros con su foto.

-Pues yo miro esas imágenes y me veo como un marciano. Pero es lo que se llevaba en la época.

-Lo curioso es que recuperó la fama por hablar de Javier Rigau.

-Ya desmentí en su día aquellas declaraciones y no quiero volver a ello. Ahora hay que sacar escándalos para alimentar a ese monstruo que es la televisión.

-¿Qué opina de los llamados triunfitos?

-No veo la tele.

-Pero conocerá a Bisbal...

-Sí, y me parece muy bien. Si tienen talento y éxito, estupendo.

-Le dolería acercarse a Bisbal y que él le preguntara: '¿Quién eres?'

-Seguro que me conoce. Pero me daría igual. Estamos en planos muy distintos. Todo lo que está haciendo Bisbal ahora ya lo he vivido yo antes. Ahora estoy en el terreno de la música independiente. No hago discos para estar en las listas de éxitos, sino para expresarme. Ya he pasado por la fase de locura y de gente corriendo detrás.

-¿Por qué supone que Bisbal le conoce?

-Pues porque, sin pecar de pretencioso, creo que soy parte de la cultura musical de este país.

-Dicen que la industria del disco está fatal.

-Y me parece muy bien. Está empezando a nacer algo nuevo y eso es emocionante. La industria es un dionosaurio, un mamut. Está muy apalancada y merece desaparecer.