EL MAESTRO LIENDRE

La gran tiritera

Parece obligatorio tiritar por enero. Cuando no es por una cosa, por otra. El cambio climático hace imposible que sea de frío. Mientras el calentamiento global aniquila con rapidez la vida sobre la tierra, en Cádiz -que pertenece a otra galaxia, la de los mundos de Yupi, concretamente-, los gases malignos matan a sus habitantes suavemente, como Roberta Flack, muy despacito. Aquí la prisa está tan mal vista que hasta el AVE adoptará la velocidad de un Seat Panda cuando llegue.

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Si el cielo sigue así, esa dulce muerte sorprenderá cualquier mañana a los paseantes de estos nuevos eneros en la Victoria, Sancti Petri o la Fuente del Gallo y les hará estirar la pata de puro y tibio gusto. El calorcito de este invierno, que más de medio mundo cambiaría por su primavera, pronostica qué mal lo van a pasar las futuras generaciones y qué suerte tienen las de ahora. El que la coja, pa él. Carpe diem verde.

Como el clima invita más a sacar la sombrilla que la bufanda, hay que buscar otro motivo para temblar según corresponde a la fecha. A falta de relente, ahí está el dinero para convertirse en biruji. La economía se ha constipado y todos debemos estornudar. «¿Te has enterado de lo del crack?» preguntaban los más enterados durante toda la semana. «¿Por fin ha fichado algún delantero el Cádiz? ¿Viene Ogunsoto?», respondía algún despistado. «No, imbécil, el crack de la Bolsa». En un día -lunes tenía que ser- eso del parqué se hundió hasta perder entre 100.000 y 400.000 millones de euros (según versiones). Da igual la brutal variación, a los tres días volvió porque es dinero de mentira que no se detiene ni materializa en ningún lugar.



'Mardito' parqué

La tentación maniquea invita a reirse de las pérdidas por considerarlas ajenas, cosa de ricos. Pero una de esas tertulianas agoreras saca de dudas al pueblo ignorante: «No es cosa de millonarios. Estamos hablando de los ahorros de ocho millones de españoles. Se han esfumado en un solo día».

Cabe entender que todos esos compatriotas habían juntado unos billetitos, con el esfuerzo de una vida entera, para convertirlos en acciones. Ahora los han perdido y los insensibles se parten de risa. Nada se dice de que la Bolsa española ha sido una de las tres más rentables, de las que más dividendos ha repartido, en todo el mundo entre 2004 y 2006. Consulten hemeroteca si no se fían. Esos millones que se han esfumado y han regresado son sólo una minúscula parte de las estratosféricas ganancias acumuladas en un trienio.

Ningún viejecito se quedó con una mano delante y otra detrás ese supuesto lunes negro. Los pensionistas que no alcanzan a ser inversores sí que tiritan hasta en agosto, ahora como hace 24 meses, cuando la Bolsa se revolcaba en beneficios. El interés de algunos medios de comunicación y lobbys por convencernos de que debemos sufrir con los vaivenes de la economía tiene otro reflejo irónico en la construcción. El sector está en crisis, en plena recesión. Las quiebras, los cierres y las obras paradas se multiplican. Las fuerzas biempensantes convocan llanto general. «Ahora os vais a enterar». «El paro se va a disparar». Con lo bajito que estaba en Cádiz. «El bienestar se derrumba». Llega la hecatombe y se marcha la felicidad. Si no lo recuerdan, cuando el sector del ladrillo vivía su mayor esplendor, de 2004 a 2006, los españoles sonreíamos de oreja a oreja y disfrutábamos de maravillosas ventajas como el más brutal incremento del precio de la vivienda que nunca haya vivido el país. Tampoco hay que desdeñar otro gran avance económico reciente: la más rápida y abultada pérdida de poder adquisitivo sufrida desde la Transición.

Todo eso pasaba cuando en España éramos felices porque se construía a un ritmo esquizofrénico -denunciado por la Unión Europea- que se llevaba por delante playas, parques y la honra de miles de concejales.

En esos días felices, antier mismo, nadie con un sueldo medio podía comprar un cuchitril sin renunciar, de forma vitalicia, a la mitad de su sueldo. Qué felices éramos. Es normal que ahora, cuando a esos angelicales empresarios les va tan mal, todos rompamos a llorar. ¿Era mejor ser atracados que parados? Para que la pena negra se vuelva zaina, para que se le caiga hasta el último moco, también puede repasar los beneficios de los bancos españoles en los últimos tres años. Entran unas ganas de abrazarlos...



Bares, qué lugares

En la última rampa de la cuesta de enero, en plena crisis, cuando se derrite la Antártida, nada más digno que gastar el último billete en un bar. Sólo hay un fin de semana, éste, antes de que llegue la invasión de Carnaval. Ahora no hay colas. Ahora, un hotel de Cádiz ofrece una suite desde la que se ve Cuba por 30 euros, Ahora, los balnearios te dejan nuevo por la tercera parte. Ahora, por pura chulería, por molestar, es el momento de conocer varios locales nuevos de gente que se lo curra.

El Show de Tapas acaba de abrir sucursal en el Paseo Marítimo, cerca de esa maravilla en raciones que es el Balea. La Gorda te da de comer, lugar imprescindible para los jóvenes de la Bahía, también ha dado el salto a un segundo y mayor local. Juan Antonio Frende y Tomás triunfan a lo grande con La Cigarrera, en Plocia. Como los tres socios de Dique sí, un sitio capaz de atraer a diario a mucho público hasta el barrio de Astilleros. Como La Cuchara, en Velázquez, o Casa Orrequia, o Rosa de los Vientos, un lujazo de creatividad y materias primas en El Corralón. Absolutamente excepcional es lo que ofrece El Legado, restaurante de David Aragón, en la Loma del Puerco, una apuesta calidad-precio sin parangón provincial.

Si esto se acaba. Que nos coja en una barra. Sólo hay hueco este fin de semana.