Prodi se debate entre la dimisión o jugar hoy a la ruleta rusa en el Senado
El resultado del voto de confianza es un misterio, entre fugas y apoyos ambiguos
Actualizado: GuardarLa política italiana vivió ayer una espléndida jornada de maquinación, como en los viejos tiempos, antes de que el primer ministro, Romano Prodi, acuda hoy al Senado como al matadero. Allí le espera una moción de confianza que tiene todas las posibilidades de derribar a su Gobierno de centro-izquierda. Con sólo dos escaños de ventaja, le deja en minoría la fuga del democristiano Clemente Mastella y los tres senadores de su partido personal, el Udeur, registrada el lunes.
Pero hasta la votación de hoy, que debe verificarlo, quedaba en medio este día tonto que ayer se aprovechó a fondo para conspirar, pergeñar cálculos e imaginar escenarios. El número de variables posibles superaba la docena: desde una milagrosa victoria de Prodi en el Senado, por inesperados apoyos, a su dimisión ayer mismo. Todavía anoche se debatía entre arrojar la toalla o afrontar la ruleta rusa del Senado.
Entretanto, Prodi pasó el trámite de someterse a la confianza en la Cámara, equivalente al Congreso, donde goza de mayoría incluso sin los chicos de Mastella. La obtuvo por 326 votos contra 275. Sin embargo, se disparaba la presión para que renunciara antes de ir hoy al Senado. Se lo exige la oposición, se lo sugieren algunos aliados y se lo habría pedido el propio presidente de la República, Giorgio Napolitano, a quien visitó al mediodía, para no crear más tensión y facilitar un Gobierno de transición de amplio consenso. Si cede, incluso podría dirigirlo él de nuevo. Aunque Berlusconi quiere elecciones anticipadas, es una vía traumática que paraliza el país y se piensa en un Gobierno técnico que cambiaría al menos la desastrosa ley electoral vigente y acometería otras reformas urgentes. Sin Prodi, lo pilotaría una figura de peso, como Franco Marini, presidente del Senado. Pero no debe verse como una fórmula ágil. Es un viejo mecanismo italiano de toda la vida: sería un Gobierno chirriante de hasta un año de duración, sin que cesen las confabulaciones a su alrededor. En cualquier caso se avecina un largo período de marasmo político.
Cálculos hasta el final
Pero antes de nada, Prodi, que es cabezota, parece decidido a pasar por el rito catártico del Senado, aunque ayer los números eran más tozudos. Casi todos los votos inciertos se fueron inclinando del lado de la oposición. Fue emocionante, todo el día con el ábaco haciendo cuentas. En algunos momentos ganaba Prodi, en otros perdía. Un tránsfuga de la derecha, Domenico Fisichella, anunció su voto negativo. Los tres senadores de Lamberto Dini, que llevan meses amagando la puñalada a Prodi, al final decidieron dársela: votarán en contra. Luego uno de ellos cambió de idea. Prodi perdió otro voto porque el senador de los italianos de Sudamérica, Luigi Pallaro, no cogió el avión en Buenos Aires. A última hora se corrió el rumor de que incluso los tres de Mastella, artífices de la crisis, cambiaban de idea, pero podía ser una trampa. Puso un poco de intriga un senador de Berlusconi que se ha roto los ligamentos de la rodilla, pero aseguró que irá en ambulancia. Ésta es la alta política de la que dependen los destinos de Italia.
Prodi puede aspirar a evitar la derrota con la ayuda de los senadores vitalicios, que son siete y, salvo uno enfermo, todos le dieron ayer su apoyo. Es muy sospechoso que dos de ellos, dos viejos zorros como Andreotti y Cossiga, tomaran esta posición y hasta pronosticaran la victoria de Prodi. No obstante, al no ser senadores electos, sino honoríficos, ganar gracias a este paquete de votos resulta muy cuestionable. Al presidente de la República, garante de las instituciones, no le hace ninguna gracia. En cualquier caso, aunque se salve hoy en el Senado por un milagro, es evidente que ni Prodi ni Italia pueden seguir así. O quizá sí.