Editorial

Reacción inmediata

Reserva Federal estadounidense respondió ayer con una rápida contundencia ante el desplome registrado la víspera en los mercados de valores. La institución norteamericana no aguardó a su reunión de finales de mes y, dando muestras de que ha interiorizado las amenazas de recesión que penden sobre la economía de EE UU, procedió a rebajar los tipos de interés en 0,75 puntos sin ni siquiera esperar a que reabriera la Bolsa de su país. Un recorte en el precio del dinero que, si se suma a las sucesivas disminuciones que ha aplicado desde septiembre, constituye una reacción excepcional aún más comprometida que la que protagonizó tras los atentados del 11-S, lo que prueba que las medidas correctoras decididas hasta la fecha han resultado insuficientes para frenar los efectos de una crisis financiera cuyo epicentro se encuentra en el país norteamericano. Y cuya profundidad empieza a cuestionar que existan remedios de resultado más o menos inmediato para suavizar la enorme volatilidad de los mercados, que en el caso de las plazas europeas lograron repuntar con unas modestas pero esperanzadoras ganancias.

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La celeridad con que ha reaccionado la Reserva Federal y el alcance de su decisión pretenden insuflar confianza a los inversores, persuadidos de que las turbulencias financieras acabarán por trasladarse a la economía real en forma de créditos con concesiones más duras y costes más elevados. Con su estrategia, la institución pone de manifiesto que su prioridad es detener los riesgos que comporta la desaceleración económica por encima del control de la inflación. El Banco Central Europeo ha optado por aparcar la resolución de ese dilema con una política que trata de mantener el rigor antiinflacionista evitando proseguir, al tiempo, con la escalada en los tipos de interés a fin de aminorar el peligro de colapso en el sistema financiero. Pero es más que posible que, en un contexto tan incierto y con el precedente de la actuación de la Reserva Federal, los responsables monetarios de la UE se vean forzados a revisar a la baja sus previsiones. La necesidad de reanimar la actividad justificaría una mayor contención en los tipos, aun cuando la competitividad de las economías europea y estadounidense requiera de una estrecha vigilancia sobre los niveles de los precios.