DECISIVO. Raúl, que adelantó a los blancos, alza los brazos en señal de victoria al final del partido. / AP
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El esperado derbi madrileño tan sólo duró medio minuto

Un regalo de Pablo Ibáñez marcó un partido que decidió la pegada y la contundencia del Real Madrid ante un Atlético muy inferior que chocó contra el larguero y no existió tras el descanso

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El derbi más igualado de los últimos tiempos prometía mucho, pero se quedó en nada para el Atlético. Duró sólo medio minuto. Un grave error de Pablo marcó un partido desequilibrado, decidido por la pegada, eficacia y solidez del Real Madrid ante un Atlético muy inferior que chocó contra la madera y Casillas en la primera parte. En la segunda, sin embargo, los rojiblancos no existieron, eclipsados por la autoridad, oficio y calidad del líder, que da un paso más hacia el título tras volver a triunfar en un terreno que ya se le da mejor que el Bernabéu. El Atletico sigue sin romper su maldición ante el Madrid, y esta vez no puede poner objeciones a la derrota, aunque a los rojiblancos no les acompañase la suerte en los dos remates al larguero.

La historia volvió a repetirse. Al Madrid le bastaron dos disparos a puerta para irse al descanso con 0-2 y dejar sentenciado un derbi decepcionante en fútbol y emoción. El Atlético, en cambio, se fue de vacío, después de tener cuatro claras ocasiones, dos de ellas al larguero y otras dos salvadas por el de siempre, Casillas, que ya lleva seis partidos sin encajar un gol. Ante todo, resolvió la efectividad en ataque, aunque también el nerviosismo, del que hizo gala el Atlético desde el pitido inicial.

El Madrid tuvo que cambiar su defensa rápido porque Schuster decidió arriesgar con Pepe pese a la contusión en el tendón de Aquiles del central y el brasileño debió retirarse al cuarto de hora. Sin embargo, el Atlético no se aprovechó, porque con el Madrid echado atrás y con Cannavaro en plan mariscal, a los rojiblancos, muy precipitados, desperdiciando cada ataque, les costó encontrar huecos. Primero buscaron sin éxito por la banda izquierda a Simao hasta que el portugués también se retiró lesionado.

Con un Madrid tan refugiado atrás, el Atlético acusó claridad de ideas y desborde, pero aun así, debió de surgir de nuevo la gran figura de Casillas. Al contrario que la del otro portero, Abbiati, que se empequeñeció en el remate de Van Nistelrooy, aunque el gran culpable volvió a ser el desafortunado Pablo, que se tragó la marca del holandés.

El Madrid pudo afrontar con toda tranquilidad la segunda parte, en la que el Atlético, anulado por el rendimiento defensivo visitante, no tuvo llegada, aunque tuvo razón en quejarse de un penalti de Míchel Salgado a Agüero en el 56, aunque poco después Perea se salvó de la expulsión.

Agüero, salvo alguna genialidad esporádica, también desapareció y el Madrid se hizo dueño absoluto del partido, controlando atrás, tocando en el centro, y acercándose a la contra, aunque los de Schuster parecían conformarse. El choque, ante tanta superioridad blanca, decidió renunciar de forma definitiva a jugar y recurrió a la dureza.

Ante tanta interrupción y con el Madrid autoritario y cada vez más cómodo y confiado, lo mejor que le podía ocurrir al desorientado Atlético es que se acabase el derbi para no irse con una goleada, que pudo certificar Robinho. No la habría merecido el Atlético, pese al pobre partido de los rojiblancos.