Recuerdos del Lealas
El Lealas, como siempre se le llamaba cariñosamente, era un cine de atmósfera invernal y cálida, de olor peculiar, que sugería siempre lluvia y frío exterior. En mi clasificación por olores, el Lealas no daba dolor de cabeza, como sucedía con el Villamarta, cuyo ambientador pesado y cargante me producía siempre y nada mas entrar una sensación de molestia entre ceja y ceja, semejante al efecto en las sienes de un día de trabajo. En cambio, en el Lealas se podía tolerar su atmósfera, quizá por la persistencia de otras sensaciones. El Lealas siempre se me asociaba a abrigos y gabardinas, a bufandas depositadas en la butaca de al lado, a tarde de vacaciones navideñas con estreno incluido. Ciertamente no podía competir con el ambigú del aquél gran Teatro que también era entonces cine, pues no se porqué las chucherías del Lealas siempre las recuerdo como mas modestas y básicas, frente al despliegue de otros cines, en el que el hoy sólo teatro se llevaba la palma, a pesar de aquella mirada seria e imperturbable del padre de mi amigo Pepo tras los frutos secos, gomitas y chocolatinas, espartano guardián de aquellos dulzores que acompañaban las películas.
Actualizado: GuardarEn el Lealas vimos tantas películas que es imposible desgranarlas en estas líneas. Por allí pasaron el Comandante Lawrence (Peter O'Toole) y sus gestas y sufrimientos beduinos, en una copia de color gastado y romántico, que recreaba aquél espíritu épico de quien cruzaba desiertos imposibles y peleaba a muerte con los turcos. Allí también encontraron el final de sus días David Crockett (John Wayne), Richard Widmark y demás héroes de «El Álamo», luchando frente a las huestes del General Santa Ana y ganando tiempo para proclamar la independencia de Texas. Allí también pudimos ver a Howard Keel entonando melodías con su agradable voz de barítono, dando vida a Adam el mayor de los siete hermanos Pontipee, rudos leñadores civilizados por la delicada Jane Powell, émulos del rapto de las Sabinas. Fue también en aquél Lealas donde Ettore Scola nos mostraba una familia italiana que se parecía mucho a la nuestra, y donde Louis Malle decía adiós a los muchachos de un internado en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Esta semana, las llamas dijeron el adiós definitivo a los restos cadavéricos de un cine que no mereció tan trágico final. Con él se va toda una época.