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Dimite el ministro de Justicia italiano, investigado por corrupción

Los fiscales acusan a Mastella, su mujer y su partido de formar una red detráfico de influencias en la sanidad pública

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El ministro de Justicia italiano, el inenarrable Clemente Mastella, presentó ayer su dimisión tras hacerse público el arresto domiciliario de su mujer, Sandra Lonardo, la no menos inefable presidenta del Gobierno regional de Campania, por un presunto delito de tráfico de influencias. «Entre el amor a la familia y el poder, elijo el amor», espetó por la mañana en el Parlamento, muy emocionado. Quedaba así inaugurada una nueva opereta política transalpina. En principio, parece que no peligra la estabilidad del Gobierno de Prodi, pero los culebrones son imprevisibles.

Ayer mismo fue una montaña rusa. Mastella se consideró víctima de una «trampa mediática y judicial» y consideró que habían tomado a su esposa como «rehén». El primer ministro, Romano Prodi, rechazó la renuncia y le pidió que siguiera en el puesto. Todas las fuerzas políticas loaron el gesto, pues en Italia no dimite nunca nadie por nada. Mastella dijo que se lo iba a pensar y entretanto se fue a su pueblo, Ceppaloni, a hacer compañía a su mujer. A media tarde, se filtraba la noticia de que él mismo estaba siendo investigado por siete imputaciones distintas.

La operación, que llevó ayer al arresto de veintitrés cargos públicos, asesores y funcionarios, muchos de ellos del Udeur, el partido de Mastella, investiga favores y corruptelas políticas en el ámbito de la sanidad de Campania, la región de Nápoles y tierra natal del ministro. Entre ellos también estaba su consuegro.

A última hora, según la filtración de las agencias del auto judicial, los magistrados definían a Mastella poco menos que como el cabeza de una «asociación de delincuentes», que usaban su nombre para obtener prebendas.

Los blogs

De momento, los abundantes blogs que tienen a Mastella como blanco, del estilo mastellateodio.it, estaban ayer de fiesta. ¿Por qué tanta animadversión? Pues porque el ministro es uno de los símbolos máximos de la casta, el vividor de la política italiana, clientelar, chaquetero y trincón. Su minúsculo partido personal, que apenas tiene medio millón de votos (1,4%) en sus feudos de Campania, le ha bastado para vivir hasta los 60 años, gracias al demencial sistema electoral italiano. Sus tres senadores son, por ejemplo, decisivos para la actual mayoría raspada de Prodi en esta cámara. Aunque en 1994 ya había vendido caro su apoyo al bando de Berlusconi. Con él fue ministro de Trabajo. Entretanto, su fantasmagórico diario de partido, Il Campanille, se nutre de generosas subvenciones públicas que acaban en su bolsillo y en el de la familia, aunque está por demostrar que jamás alguien haya comprado un ejemplar o siquiera leído. O sirven para financiar viajes familiares, o el reparto masivo de turrones de Navidad a su bolsa de conocidos. En fin, uno de esos personajes folletinescos habituales en la política italiana. A Mastella se le tiene de siempre muchas ganas.