Fotografía de España
En la fotografía actual de España se ve un país cuyo sistema político es una monarquía parlamentaria instaurada hace treinta y dos años en la persona del rey don Juan Carlos I, que acaba de celebrar su septuagésimo aniversario. La salud funcional del régimen es buena, aunque sea de esperar que algunos problemas orgánicos puedan solucionarse en la próxima legislatura. Situada España en un punto de convergencia para dos continentes, el europeo y el africano, con los que el país ha mantenido secularmente relaciones inamistosas o bélicas, hoy puede afirmarse que esas relaciones, hacia el norte y el sur, son excelentes y hasta cordiales, en relación a Francia, y buenas y sólidas en relación a Marruecos. La vigésima cumbre franco-española, celebrada ayer en el palacio del Elíseo, subrayó de forma muy elocuente la múltiple coincidencia de objetivos entre Francia y España, tanto para resolver o paliar los respectivos problemas de la inmigración irregular como para lanzar contra ETA un proyecto policial conjunto, de persecución y prevención del terrorismo, que debería llevar a la banda a una seria reflexión sobre la levedad de su destino. La vuelta a Madrid del embajador de Marruecos, llamado a Rabat como muestra de que al gobierno marroquí le había molestado la visita de los reyes de España a Ceuta y Melilla, recompone el organigrama diplomático de los dos país sin que en ningún momento las relaciones bilaterales, en lo que al intercambio comercial, cultural y económico respecta, sufrieran el menor retroceso. No hay, pues, en este final de cuatrienio parlamentario problemas de política exterior, si se exceptúa alguna disonancia bilateral que pueda originar el pintoresquismo del presidente venezolano, señor Chávez, frente al que la diplomacia española reacciona con la tolerancia que se dedica a toda actitud de inmadurez, o pasada de maduración.
Actualizado: GuardarAlgunas jerarquías eclesiásticas han hecho resonar sus críticas entre pastorales y mitineras contra un gobierno de talante laico y de gestión política aconfesional, lo que ha estimulado el fervor religioso de creyentes sinceros y el del complejo mediático de la Iglesia, alguna de cuyas estrellas luce y presume públicamente de su arraigado ateismo. La vicepresidenta Fernández De la Vega compareció ayer en el Congreso para explicar qué tal van las relaciones Iglesia-Estado, que serían correctas en el nivel diplomático, es decir, entre dos Estados soberanos como el Vaticano y España, aunque sin desaprovechar la ocasión para decir a los purpurados que el Gobierno respeta sus críticas, pero que no resulta tolerable que para ejercer el derecho a la crítica «se vulnerara el respeto debido a dos poderes legítimos, como son el Gobierno y el Parlamento, y se haga además faltando a la verdad».
Pero España va bien, desacelerándose su crecimiento económico pero sin que ello pueda interpretarse como una crisis, según sostuvo el vicepresidente Solbes, quien también acudió al Congreso para hablar de la situación económica, y ser acusado por el diputado popular Martínez Pujalte de «falta de valentía y audacia» para hacer frente a la inflación.