LA GLORIETA

Empatía

Tres horas antes de las campanadas de Fin de Año a Abú le dio por tragarse una pila. Es lo que tienen los niños de dos años, que no respetan fiestas paganas ni cristianas y les da por comer cualquier cosa sin consultar antes a sus padres.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los padres de Abú envolvieron al niño en una manta (daría para otro artículo esa costumbre tan internacional de solucionar los problemas de salud con la dichosa manta) y salieron para el hospital.

Primer problema: el niño no estaba inscrito en la Seguridad Social. El padre balbucea, mientras la madre llora en silencio, preocupada, y al fin admiten que no está en el sistema. Primer problema. El segundo ya viene añadido: no hay historial médico. Y el tercero: los padres no hablan más español que el que pueda aprender un guiri de gira turística por Barcelona.

La mujer de la ventanilla comienza a impacientarse. Abú, mientras tanto, está a lo suyo y quiere bajar a explorar las urgencias del hospital. O el niño tolera bien el dióxido de manganeso, el zinc y el mercurio o los efectos aún no han aparecido.

La madre se ajusta el pañuelo y le susurra algo al pequeño, que sigue ajeno al litigio. Deletrear el apellido le lleva cinco minutos más al padre. Al final, Abú pasa con sus desazonados padres a la sala de espera y la funcionaria mira para arriba y bufa de tal manera que su flequillo se levanta unos centímetros sobre la frente.

A renglón seguido tomen ustedes un diccionario y busquen la palabra empatía. Pues eso: brindemos por la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro. Será por motivos.