CRÍTICA DE TV

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Los protagonistas de la programación de cine para todos los públicos de estas fiestas han sido Harry Potter (en TVE-1) y 'El señor de los anillos' (en Antena 3). Son películas muy buenas. Por supuesto, no son historias enteramente comparables. Las novelas de Harry Potter son literatura infantil y juvenil, pensada expresamente para un público menor de edad. Las adaptaciones cinematográficas de la historia -en general, hiperrespetuosas con el original literario- mantienen ese aire infantil, pero lo combinan con una puesta en escena extraordinaria, y eso las hace muy atractivas.

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El caso de El Señor de los Anillos es muy distinto: Tolkien imaginó ese mundo como un juego personal, pero un juego erudito, plagado de referencias históricas, filosóficas y literarias, y donde el amor al detalle culto llega hasta la coherencia filológica de las lenguas inventadas al efecto; el universo así creado no es propiamente infantil, sino más bien para todos los públicos en sentido estricto, porque a medida que uno avanza en edad y formación va descubriendo nuevas dimensiones. Sin embargo, las adaptaciones cinematográficas de Jackson, que son impresionantes y, además, razonablemente fieles al original, no llegan a entrar de manera satisfactoria en la profundidad ética y filosófica del relato; no es que la pase por alto, pero tampoco la subraya.

En ambos casos, es muy interesante repasar las polémicas de tipo religioso que sus obras han suscitado. Las historias de Harry Potter y las de la Tierra Media tienen en común un planteamiento muy nítido de la lucha entre el Bien y el Mal, donde al espectador se le lleva sin duda a tomar partido por el Bien. A Tolkien, católico convencido, nunca se le ha discutido el valor religioso de su obra, aunque jamás aparezca una referencia directamente cristiana ni en forma de metáfora. Por el contrario, a la Rowling se le ha reprochado alguna vez el meterse en caminos peligrosos porque en sus historias muestra la magia como algo positivo; es un reproche de tipo confesional que, por otro lado, dista de ser unánime. Hay que felicitarse porque hayan entrado en el menú televisivo.