Es fácil acostumbrarse a lo bueno
He leído estos días, con motivo de la puesta en marcha de algunas líneas nuevas del AVE, cómo se han escandalizado porque se han llegado a alcanzar cerca de dos horas de retraso en algunas de ellas. Esto ha conllevado que les haya salido gratis a los viajeros ese viaje.
Actualizado: GuardarTodo ello me ha llevado a recordar fechas pasadas, cuando nuestro sistema de ferrocarril era un verdadero desastre. Los viajes más rápidos eran los nocturnos, por aquello de que las clases más pudientes podían realizarlos en coches cama. Pero para hacer una comparación, el tren expreso de Cádiz a Madrid salía de nuestra ciudad a las seis de la tarde y su hora de llegada eran las nueve de la mañana del día siguiente. O sea, que quince horas. Había otros que eran diurnos, como el rápido que salía a las seis de la mañana y llegaba a Madrid a las once de la noche, dieciséis horas de viaje. Y no digamos nada del tren del correo: salía de Cádiz a las diez de la mañana y llegaba a Madrid a la misma hora del día siguiente: veinticuatro horas. Eso sin contar el consabido retraso, cosa muy corriente y no de diez o quince minutos... se trataba de una gran cantidad de horas.
Existía un tren que se hizo muy popular. Éste tenía el recorrido de Sevilla a Cádiz. Se le llamaba el fantasma. Salía de la capital hispalense a las once de la mañana y tenía, digo tenía, su llegada a Cádiz. Cuando llegaba a Cádiz a las seis de la tarde, era este tren mixto de mercancías y pasajeros. Y se dio el caso en muchas ocasiones que no llegó hasta su destino. Por eso, cuando leo o escucho que un AVE ha llegado a su destino con un retraso de diez minutos, pienso que es fácil acostumbrarse a lo bueno. De la suciedad de aquellos trenes hablaremos en otra ocasión.