Maldito petardo
Actualizado: GuardarNo aprendemos. Caemos una y otra vez por tropezar con la misma piedra. Da igual que sepamos perfectamente dónde está el obstáculo, pues la mayoría de la veces caminamos en esa dirección pensando que lo podremos salvar, y luego... placa! Tropezamos una vez más.
Lo que le ha pasado a Rocío es tremendo. Un asqueroso petardo se ha cruzado en su vida para hacérsela mucho más empinada, pues no sólo ha perdido un ojo, sino que además su rostro se ha visto gravemente dañado.
Lo peor, es que, pese a todo, su caso no es ni el primero ni será el último. Probablemente nunca podré borrar de mi mente aquella imagen de un joven peruano con una bengala clavada en el ojo y tumbado en los brazos de su desesperada madre. Aquel petardo fue lanzado para celebrar el gol del Universitario y acabó provocando una grave tragedia, pues el joven –acomodador del estadio de fútbol– no pudo salvar su vida.
Gracias a Dios, en Los Albarizones los chorros de sangre no llegaron al río. La desgracia es importante, pero no trágica. Algo que no resta un ápice de relevancia a un hecho, que, sin ningún tipo de dudas, debe ser denunciado.
No entiendo cómo un arma de esas características puede llegar a manos de mayores e incluso menores para que los niños se diviertan durante las fiestas navideñas. Hay quien me dirá que también se vende cuchillos, navajas y demás objetos que podrían dañar gravemente a una persona. Cierto, pero pocos se consumen como distracción o diversión. Ahora que Rocío ya ha perdido un ojo nos damos cuenta de que la explosión de un petardo tiene poca gracia. Veremos cuántos ojos más se deben perder para que la cosa se ponga seria.