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Es la economía

La demoscopia está ambientando de incertidumbre una precampaña electoral que discurría desangelada, en el sentido angélico. Una mayoría de sondeos reduce al mínimo la diferencia en predilección ciudadana entre los dos partidos mayores. Empate técnico. La batalla va a ser escaño por escaño. Ambientazo político.

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Al mismo tiempo, y en estrecha relación con el pulso electoral que mantienen PP y PSOE, parece aumentar aceleradamente la desconfianza social sobre la situación de la economía, y no sobre la que se avecina, que tiene incógnitas, sino sobre la actual, en la que vivimos y que en la pantalla macroeconómica presenta un aspecto saludable. Dicho sea con las reservas imprescindibles ante el debilitamiento del sector inmobiliario, en construcción y ventas, y de una inflación del 4,3% que no se conocía desde hace doce años.

El Gobierno socialista tiene activos importantes en su balance de gestión, y algunos errores de bulto, mientras que el PP se siente forzado a esconder sus estrategias de oposición más desatinadas, como haber resucitado las arremetidas de Aznar, en la legislatura 1993-96, contra la política antiterrorista del último gobierno de González. O los devaneos de los máximos dirigentes de Génova 13 con las actitudes levantiscas de varios purpurados católicos contra el progresismo social de Zapatero, que muchos progresistas tampoco comparten, en su totalidad al menos, pero no saltan a la calle con iracundia de profeta bíblico.

Se pensaba hasta hace dos o tres semanas que la economía no iba a influir en la campaña electoral, dados los datos majestuosos en crecimiento del PIB y del empleo durante la legislatura, pero ha bastado que en diciembre aumentase el paro por tercer mes consecutivo y la inflación cerrase el año al 4,3% para que cundan en el público serias aprensiones. Ya se sabe que la evolución de la economía es ciclotímica, y esa ley hasta ahora inexorable produce en los ciudadanos leves psicosis igualmente ciclotímicas, sobre todo cuando se teme el salto a una suerte de recesión desde la bonanza.

Desde el Gobierno se intenta lógicamente transmitir confianza al gentío, atribuyendo el aumento del paro al reajuste sectorial que se está produciendo en el sector de la construcción, y así lo asegura el secretario de Estado de Empleo, Antonio González, para quien, además, ese reajuste en la construcción se debe «a la maduración de su período productivo», frase de exquisita elegancia y que en algo debería reducir el pesimismo económico.

Para el número dos del PSOE, José Blanco, la economía debe contemplarse en el contexto de toda la legislatura, y no en sus dos últimos meses, lo cual parece sensato, pero la sensatez no es un valor cotizable en campaña electoral, y así lo demostraría el ex ministro del PP y ariete de su oposición Arias Cañete, quien ayer sentenció que «el Gobierno ha fracasado estrepitosamente en su política económica». Pero todo sea para que una leve psicosis de temor económico perjudique las expectativas electorales del PSOE. Se calienta la precampaña.