«Los padres deberían leerse las instrucciones»
Más que un juguete en sí, a Ana Sánchez le gustaban de niña los lápices de colores y las cajas de cartón con las que fabricar sus propias casitas. La directora del laboratorio del Centro Tecnológico del Juguete Aiju, sito en Ibi, Alicante, donde se concentra la industria juguetera española, advierte de que «se tiende a fabricar productos destinados al público infantil cada vez más voluminosos, más costosos y más complicados».
Actualizado: Guardar-¿Cuántos juguetes pasan por los laboratorios de Aiju?
-Aproximadamente, unas 4.000 ó 5.000 muestras al año.
-Y no pasan las pruebas...
-Alrededor del 15%, pero se devuelven y se rectifica la anomalía. Ha habido una evolución importante. Hace años, siempre se detectaba algo raro en los ensayos químicos.
-¿Cuáles son las anomalías más frecuentes?
-Que sean tóxicos y que no estén bien etiquetados.
-¿Son peligrosos los juguetes?
-Diría que no... Si cumplen todos los requisitos de un juguete seguro, claro. Pero sí es verdad que algunos que se acaban vendiendo en dos meses porque se ponen de moda y gustan mucho pueden ser muy peligrosos porque no cumplen las normativas. La mayoría, son asiáticos.
-¿Cómo destripan los trastos que llegan a sus manos?
-Cada producto se somete a varias pruebas. Para los juguetes destinados a niños menores de 6 años, se pone especial atención en la prueba química, que determina si tiene elementos tóxicos, ya que estos pequeños tienden a chupar los juguetes. Llevamos a cabo un test orgánico que consiste en simular la digestión de un niño y comprobar qué le ocurriría si chupa o traga algún elemento.
-Un estómago de mentiras.
-Sí, con jugos gástricos y todo. También hemos reproducido dedos, piernas, manos, bocas... por ejemplo. Tenemos en cuenta los posibles riesgos inherentes al diseño de la estructura y del acabado del producto. Para ello, reproducimos las acciones que realizaría el cuerpo de un menor. Se observa si hay bordes cortantes, si se deforma, si se mueve o si es posible que las piezas pequeñas se suelten.
-¿Cuántos juguetes acaban estrellado contra el suelo!
-¿Qué niño no lanza un juguete contra una pared! Tenemos una pesa de 50 kilos que colocamos en triciclos, para ver cuánto peso podrían aguantar. Imagine que se montan dos niños en el triciclo o que lo hace un niño con sobrepeso. Tiene que estar preparado.
-¿Y para los juguetes de pilas?
-Está la prueba eléctrica. Se determinan los riesgos de calentamiento de las pilas y baterías y el peligro de cortocircuitos, y también se hace una prueba de inflamabilidad, que consiste en estudiar la velocidad de la propagación de la llama en el producto. Por ejemplo, si es muy rápida la madre puede no llegar a verlo y ser demasiado tarde. Esto se hace especialmente en disfraces, peluches y cuerpos blandos. También se lleva a cabo un examen acústico que indica el nivel de decibelios.
Apoyo de ludotecas
-¿Cuánto tiempo requiere cada examen?
-Algunos juguetes requieren 30 ó 40 ensayos. Otros, quizá dos o tres. De tres días a una semana en total.
-¿Llevan a niños al laboratorio para probar los juguetes con ellos?
-No. Sólo si el fabricante solicita un estudio de calidad, aparte del de seguridad que se lleva a cabo en el laboratorio. Para ello se cuenta con familias y con una red de ludotecas de apoyo donde los críos jugarán con los prototipos de los juguetes que se pretenden comercializar. Allí se visualizará su comportamiento: si se divierten, si se aburren, si les sorprende También se hacen encuestas con los padres y se tiene muy en cuenta su opinión, ya que al final son ellos quienes compran los juguetes.
-¿Y lo relacionado con su función de entretenimiento, con que sean pedagógicos y ayuden a un mejor desarrollo del niño?
-En este caso, también se tiene en cuenta. E intervendrán psicólogos y pedagogos.
-¿En qué suelen fallar los padres a la hora de comprar un juguete?
-Todos piensan que sus hijos son los más estupendos y espabilados para su edad. Pero es un grave error adquirir juguetes para edades superiores a la del niño a quien va destinado. Si pone que es para niños de 4 a 6 años y tiene tres, está mal comprado. Un niño de 3 años puede ser muy listo, pero si traga alguna pieza, su garganta es la de un crío de tres años, no mayor.
-Es que leer las instrucciones lleva su tiempo.
-Error. Por muy gordo que sea el manual, hay que leerlas, pues hay instrucciones dirigidas sólo a los padres.
-¿Y si vienen en un idioma que no conocemos?
-Entonces no compren el juguete, hay un fallo en el etiquetado que hay que subsanar.