¿Y ahora qué, joan?
Hace apenas unos meses, Joan Laporta, experto en alborotar al personal con declaraciones altisonantes y fuera de tono, abría su piquito de oro para cargar duramente contra la cesión de los jugadores del Barcelona a las selecciones nacionales para que estos disputasen compromisos internacionales. Sostenía que los clubes tenían que recibir algún beneficio económico por el riesgo de lesión que conlleva. El bueno de Joan quería proteger a sus muchachos, librarlos de los largos viajes sin sentido, de las malas influencias que pueden resultar a veces juntarse con miembros de otras naciones. Y, como casi siempre, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, atacaba desde su altar a todos las instituciones políticas y deportivas españolas que no están dispuestas a permitir que los catalanes compitan de forma oficial independientes de España, algo que serviría para saciar su infinito ego.
Actualizado: GuardarPues bien, ayer, al ver a un tal Oier en el once inicial blaugrana, cumpliendo la papeleta de sustituir provisionalmente la baja de Jorquera por la grave lesión que sufrió éste vistiendo la elástica de la selección catalana, me picó la curiosidad sobre la opinión que tendrá ahora al respecto un Joan Laporta que en ocasiones parece más enfrascado en una futura carrera hacia el sillón de la Generalitat que en atender los asuntos del Barça.
Mi reflexión no es contra la idea de Laporta de demandar un seguro a la selecciones, sino contra su doble moral. Tengo curiosidad por saber cómo reaccionará ahora Laporta ante esta lesión. Por ahora no ha dicho esta boca es mía y dudo mucho que ponga el grito en el cielo; más bien lo considerará el precio desgraciado ante un ejercicio de patriotismo loable. Eso sí, estoy seguro de que si Puyol o Xavi vuelven lesionados tras un partido con la selección española, otro gallo cantará. Se le hincharía la vena, arremetería contra los buitres de la federación que le roban futbolistas para además obligarlos a jugar con unos colores que, según él, no sienten.
En mi opinión los partidos de las selecciones autonómicas son aún más prescindibles que las bacalás que debemos tragarnos de la selección en Islandia, Liechtenstein u otros confines de Europa. Los días que tienen de descanso los jugadores son eso, descanso. Los responsables de los clubes no deberían permitir a ningún jugador participar en este tipo de frivolités con el riesgo de lesiones que conllevan. Y si lo hacen, deben asumir con todas las consecuencias los riesgos que ello conlleva.