CABEZA VISIBLE. El artista vizcaíno Agustín Ibarrola, uno de los integrantes de Equipo 57.
Cultura

Aniversario de una revolución

Una exposición en Sevilla conmemora el medio siglo transcurrido desde la creación de Equipo 57

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Como ha ocurrido con otras iniciativas colectivas, su presencia en la escena plástica española fue efímera y pronto sus integrantes asumieron rumbos individuales y muy dispares. El Equipo 57 se formó oficialmente en el mes de mayo de 1957, entre Córdoba y París, gracias a la confluencia de intereses de Ángel Duarte, recientemente fallecido, José Duarte, Juan Serrano y Agustín Ibarrola, más la adhesión posterior de otros creadores como Juan Cuenca o Thorkild Hansen. Contaban con cierto magisterio, también fugaz, de Jorge Oteiza, pero, al parecer, el rechazo de los principios metafísicos del mentor, entre otras cuestiones, provocó el alejamiento de los jóvenes impulsores del grupo. Tan sólo permanecieron unidos durante seis años, aunque su contribución forma parte relevante de la historia del arte contemporáneo español.

Medio siglo después de su creación, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, institución íntimamente ligada por el origen de sus fondos estables a esta corriente, recuerda la efemérides con una exposición antológica, recientemente inaugurada. Con la muestra culmina un homenaje que también ha contado con otras convocatorias en París o Puente Genil, y que también podrá contemplarse en el Museo Extremeño e Iberoamericano de Badajoz a partir del próximo mes de marzo.

La panorámica recupera todas las disciplinas de su creación, en especial la pintura, la arquitectura, el diseño o el cine, y evidencia todas las vertientes de un trabajo que incluye la creación, pero también se abre a la investigación y la especulación teórica. Los dibujos y esquemas insertos en su manifiesto Interactividad del espacio plástico, aquellos trabajos en torno a la percepción que darían lugar a su película abstracta Interactividad Cine 1 y algunos bocetos extraídos de archivos y ajenos, hasta ahora, a la mirada pública, constituyen las novedades más interesantes de esta cita. Además, la revisión se completa con la publicación de un libro, con formato de diario, que recoge las principales actividades de su breve trayectoria y que permite conocer su hacer y las ambiciones contenidas.

La racionalización del arte y el compromiso social son las dos características que definen este movimiento, gestado entre Córdoba y París. Aunque se dieron a conocer mediante una exposición en el Café Le Rond Point, su puesta de largo se atribuye a la galería Denise René, situada en el corazón de la capital francesa. En este espacio conocieron la obra de los constructivistas rusos, una de sus primeras y decisivas influencias, y contactaron con el artista danés Richard Mortensen, impulsor de la abstracción geométrica en el ámbito europeo.

En el marco de una España franquista, fiel a la tradición académica, su apuesta por la renovación del lenguaje y una nueva formulación del rol del artista suponían la ruptura más drástica con una visión tópica del artista. A ese respecto, negaban su definición como sujeto adscrito al mercado y, por tanto, vinculado necesaria y exclusivamente con una exigua minoría dotada de medios y adecuados conocimientos.

El Equipo 57 rechazaba la excepcionalidad del artista como individuo y su adscripción al circuito de instituciones públicas y privadas de la cultura y, como alternativa, reclamaban la inclusión dentro de su entorno inmediato. Su tesis vindicaba la función creativa y, por tanto, cultural, dentro de la sociedad a costa del reconocimiento de la individualidad. En ese esfuerzo por la inserción, aún a costa de un elemento tan determinantes como la autoría, también demandaban la unión como instrumento de defensa de sus intereses profesionales, a la manera de cualquier otro gremio. Asimismo, proclamaban la necesidad de nuevas vías para hacer llegar la obra al público.

Su propuesta estética, expresada en su manifiesto Teoría de la interactividad del espacio plástico, se halla enmarcada dentro de un contexto de renovación común a la pintura occidental que tuvo lugar en las postrimerías de la década de los cincuenta. En tal proceso, el expresionismo abstracto americano, con Jackson Pollock como cabeza más visible y apoyado por la pujante burguesía neoyorquina, pugnaba con las manifestaciones informalistas francesas por el protagonismo de la vanguardia plástica. El desenlace favorecería a Estados Unidos, que impondría una nueva manera de entender la creación artística.

Otros foros de debate

Paralelamente, en la periferia de esta confrontación se desarrollaron otros foros de debate sobre el rumbo de la creación. Entre otros, cabe mencionar el bonaerense grupo de Lucio Fontana, el Movimiento de Arte Concreta de Milán o el japonés Gutai. En España, también destacaba en el mismo período, el grupo El Paso, menos radical en sus planteamientos sociales.

Al igual que buena parte de estas fórmulas, diseminadas por todo el mundo, el Equipo 57 rechazaba el subjetivismo, el surrealismo y todas aquellas tendencias que preconizaban el poder de la individualidad y los contenidos emocionales, en aras de un método frío y analítico. Aunque en el aspecto formal se les ubica en el seno de la abstracción, es el espacio, o los denominados espacios-colores su ámbito de actuación. Las formas geométricas se superponen o interpenetran y el cromatismo es plano. Su legado evidencia la confluencia de la matemáticas y el arte, el influjo de la arquitectura y el diseño, pero también era una metáfora de la sociedad, a su vez fruto de la compleja interacción de individuos de muy diversa procedencia.

Una plataforma con valores tan rompedores en sus categorías artísticas y, sobre todo, sociales, también exhibía argumentos políticos contrarios al régimen dictatorial. La proyección internacional del experimento fue relevante tanto en Norteamérica como Europa, pero las disensiones internas y la entrada en prisión de Ibarrola, de ideología comunista, acabaron con el movimiento. Una estatuilla del artista vasco, moldeada con el pan carcelario, se convierte en su última, y simbólica, aportación, aunque la posterior trayectoria de Pablo Palazuelo se antoja una interpretación libre de sus postulados.