El desafío sin fin
El año 2007 termina, en el escenario político global con la confirmación de que el terrorismo de inspiración yihadista y el islamismo político fundamentalista están en pleno auge y la comunidad internacional no logra activar los mecanismos adecuados para suscitar un horizonte de esperanza en que el fenómeno pueda ser derrotado a corto plazo. Por el contrario, los puntos calientes de Pakistán y Afganistán han adquirido en los últimos tiempos una virulencia renovada que amenaza incendiar todo el área. El asesinato de Benazir Bhutto ha confirmado trágicamente la profundidad y la envergadura del desafío terrorista, con independencia de que la autoría sea o no de Al-Qaeda porque la situación se ha deteriorado de tal modo que ni el relevo de su hijo y su viudo al frente del PPP, ni siquiera la celebración de las elecciones previstas el próximo día 8 de enero, parecen ser suficientes para frenar la inercia paquistaní hacia la incertidumbre y la desestabilización.
Actualizado: GuardarEn el vecino Afganistán el año ha sido el peor desde la rápida derrota del régimen talibán porque los núcleos del fanatismo religioso que fueron obligados a un repliegue táctico han ido recuperando progresivamente la iniciativa imposibilitando el asentamiento de una cierta normalidad democrática y trayendo en jaque a las fuerzas de la Alianza. Frente a esta situación la mayoría de los países de la Alianza presentes allí, y entre ellos España, son reticentes a implicarse en un mayor esfuerzo económico y militar ofreciendo una imagen de fragilidad que no pasará desapercibida al movimiento talibán. En Oriente Medio, el escenario ideal para que Occidente pudiera imponer una solución al conflicto Israel-Palestina la herida sigue abierta por la incapacidad de ambas partes de superar los recelos de décadas y la actitud dubitativa de Estados Unidos a la hora de poner en juego toda su capacidad de presión para forzar el entendimiento. La conferencia de Annapolis, no ha logrado desenrocar a los protagonistas de sus posiciones que se limitan ahora a ganar tiempo a la espera de las próximas elecciones norteamericanas y los eventuales cambios en la política exterior de la nueva administración. Desarbolada por el magnicidio de Benazir Butto, la acción exterior del Gabinete de George Bush ha perdido una de sus apuestas estratégicas dirigidas al combate contra el terrorismo yihadista y a consolidar un punto de apoyo para extender su política de normalización. Los meses que quedan hasta el cambio de presidente no ofrecen un margen de maniobra suficiente mas que para continuar la gestión de la ocupación de Irak que parece haber entrado en una vía de mayor seguridad y buscar un espacio de cooperación y complicidad internacional imprescindible para unir fuerzas frente al desafío sin fin de la guerra terrorista.