CRÍTICA DE TV

Praderas

TVE 1 dedicó la tarde de Navidad a la versión cinematográfica de La casa de la pradera, dirigida por David L. Cunningham, sobre la novela de Laura Ingalls Wilder's little house in the pariré. Los más canosos recordamos, por supuesto, la exitosa y lacrimógena serie televisiva capitaneada por Michael Landon en los setenta. Ese relato, basado en una experiencia real -la de la propia Laura Ingalls-, viene a ser un homenaje a los miles de norteamericanos que abrieron el oeste a fuerza de arado, carreta y escopeta. En una aventura tan extraordinaria no faltan los episodios dignos de sostener narraciones de gran interés.

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Ahora imaginemos esta otra historia. Una joven y humilde costurera extremeña espera el retorno de su esposo, que ha marchado a América. Pasan los años y no recibe noticias de él. Resuelta, decide viajar a América ella también. Llega a Perú y descubre que su esposo ha muerto. Como es viuda de soldado, recibe unas tierras en propiedad. Se enamora del hacendado vecino, otro conquistador; éste también se enamora de ella, pero su amor es imposible, porque él está casado con una dama que sigue en España. La joven viuda y el conquistador dejan sus haciendas para encabezar una nueva expedición hacia el sur. Han de librar terribles batallas con los indios. Lograrán su objetivo: fundan Santiago de Chile. Pero su amor se acaba: al conquistador se le obliga a dejar a la joven viuda. Ésta terminará casándose con otro conquistador, junto al cual vivirá treinta años de apacible matrimonio. En cuanto al galán infiel, le espera un final terrible: será capturado por los indios mapuches.

No es el argumento de una película: es la historia real de Inés Suárez y el conquistador Valdivia, hacia 1540. Yo la cuento en mi libro La gesta española (Ed. Áltera) y el episodio ha sido glosado muchas veces, pero a ningún creador audiovisual español se le ha ocurrido llevarla a la pantalla. Ni ésta, ni ninguna otra de los centenares de historias parecidas que salpican la peripecia española en América. Nuestra imaginación está llena de praderas de Kansas, pero lo ignoramos todo sobre Inés y Valdivia, sobre Mencía Calderón o sobre Cabeza de Vaca. Eso que nos pasa se llama colonización cultural.