El profesor de la UCA Durán López abre una serie de libros sobre el bandolerismo
Las Memorias del Vivillo, uno de los últimos bandoleros, si no el último, cuyo nombre auténtico fue Joaquín Camargo Gómez (1865-1929), han sido publicadas por la sevillana Espuela de Plata como primera entrega de una colección de libros dedicada al bandolerismo en España.
Actualizado: GuardarLa edición de las Memorias del Vivillo, que el bandolero sevillano dictó a un periodista madrileño tras abandonar los caminos y salir de la cárcel, cuando, ya bien entrado el siglo XX, se convirtió en una celebridad, se acompañan, por primera vez en libro, de abundante material periodístico de esos años sobre la figura y las correrías del Vivillo.
Estas Memorias se ofrecen ahora en edición del profesor de la Universidad de Cádiz (UCA) Fernando Durán López, especialista en el género autobiográfico y en la historia del periodismo español, quien ha destacado cómo el libro es un ejemplo de la transformación de la vieja leyenda romántica del bandolero en un producto de consumo para la moderna cultura de masas.
El Vivillo, junto a otros nombres como el Pernales y el Vizcaya, forma parte de los últimos grandes episodios del bandolerismo andaluz, con su centro en Estepa (Sevilla), en el primer decenio del siglo XX.
Huida a Argentina
Las cuadrillas de estos tres bandoleros fueron exterminadas en varias campañas de la Guardia Civil, a las que Joaquín Camargo El Vivillo pudo sobrevivir huyendo a Argentina, de donde fue extraditado en 1909. Tras ser absuelto en numerosas causas judiciales, Camargo, en junio de 1911, salió en libertad y acudió a Madrid, donde se convirtió en un personaje popular, llegó a actuar como picador en corridas de toros y publicó estas Memorias ayudado por un periodista.
Según Durán López, el Vivillo es el último bandolero que consiguió fijar su nombre en la memoria colectiva, mientras que sus Memorias son «uno de los pocos testimonios autobiográficos, y el único de fechas modernas, que se conserva de bandoleros andaluces. Camargo vivió en un tiempo en que la cultura popular se manifestaba ya de modo masivo a través del periodismo de tintes sensacionalistas». Además, añade: «La imagen que ha permanecido del Vivillo no es demasiado noble», según Durán, «porque representa la entrada del mito del bandolero romántico» en otro plano de celebridad, la del héroe de masas en un tiempo de periódicos.