San Felipe

José Grima y Carlos Aranda, otro gran cadista en la sombra, tuvieron la feliz idea de hacer un programa el pasado lunes desde el salón de actos del Colegio San Felipe Neri, abarrotado para la ocasión. El Cura Luis, con su inseparable bufanda, decantaba sus preferencias por el equipo amarillo en lo relativo al ascenso, previo tirito a Muñoz («De los 11 que jugaron en la Real el domingo, 9 eran canteranos»), Calderón evocaba sus primeros pinitos como futbolista en el patio del colegio y sorteaba, con habilidad y con la ayuda de Raúl Procopio, el espinoso tema de Bienvenido. Lucas Lobos subía al escenario bajo la ovación de la tarde y algún que otro suspiro de sus jóvenes admiradoras, y los amigos de esecadizoe.com tomaban buena nota, escrita y gráfica, de cuanto allí ocurría. Y en ese buen rollo estábamos cuando el chaval levantó la mano, pidió el micrófono y se apuntó el tanto de la tarde. Tengo una pregunta para usted, señor Presidente: ¿Venderá a Lobos si alguien le llega con tres millones de euros? Ni sí ni no, sino todo lo contrario. O sea, tres minutos de respuesta (este hombre es totalmente incompatible con el programa 59 Segundos) y la impresión de que el astro argentino tiene los días contados en el Cádiz. Normal. Nadie puede rasgarse las vestiduras ni pretender que el jugador que marca las diferencias en Carranza se inmortalice en esta tierra. Primero, porque las arcas del club, con independencia de que el auditor se aclare de una puñetera vez si tenemos superávit o estamos en quiebra, no pueden dejar pasar un traspaso histórico como el que nos ocupa. Y segundo, porque tampoco se puede frustrar la carrera de un futbolista llamado a estar entre los grandes si las lesiones le respetan.