PERPECTIVA. Imagen del yacimiento desde el nuevo Centro.
Cultura

«El edificio cumple su compromiso con la naturaleza y la historia»

El arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra sale reforzado de las críticas y afirma que el respeto al entorno ha sido prioritario

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Durante los dos últimos veranos, colectivos ecologistas, proteccionistas y políticos convocaron protestas en la playa de Bolonia, a pocos metros de la ciudad romana de Baelo Claudia. El objetivo de las manifestaciones (mezcladas con actos festivos y representaciones improvisadas en algunos casos) era denunciar «el impacto del Centro de Visitantes en el Parque Natural».

Los representantes de esos grupos bautizaron el edificio como «búnker» y despreciaron su aspecto cúbico, su influencia en el entorno. El autor del inmueble es uno de los arquitectos más prestigiosos de Andalucía: Guillermo Vázquez Consuegra. Desde su estudio sevillano y en sus visitas a Tarifa, siempre pedía paciencia antes de juzgar el Centro de Visitantes. Ayer, el autor de la obra salió victorioso de las censuras y consiguió que la gran mayoría de los primeros visitantes valorase el edificio como un magnífico aporte a la zona, que añade servicios sin restar belleza al entorno en el que se integra con facilidad.

Vázquez Consuegra evitó los ajustes de cuentas y se limitó a declarar que «las críticas eran algo precipitadas». Con la satisfacción del deber cumplido y las lanzas reconvertidas en halagadoras cañas, el arquitecto resaltó que el edificio «es respetuoso y cumple con su compromiso con la naturaleza y con la historia. Baelo Claudia y Bolonia son una suma de huellas de la humanidad». El Centro de Visitantes añade una más.

Conocedor de la impresión positiva que causaron los espacios abiertos a la vista, desde los que se contempla la silueta de África y una de las mejores imágenes posibles de la playa, Vázquez Consuegra se congratuló de «reinventar un nuevo paisaje, de haber contribuido con una nueva atalaya, con un mirador».

Aunque declinó la invitación de la consejera de Cultura para tomar la palabra en el acto formal de inauguración, el arquitecto sevillano era consciente de que su obra hablaba por él y se limitó a contemplar las reacciones positivas de los que la descubrían después de las iras de los que la intuían.