LA RAYUELA

El milagro de la libertad

El puente de la Inmaculada Constitución es un auténtico regalo porque llega con las tonalidades ocres más bellas del otoño, en un momento en que ya se nota el esfuerzo del trimestre. Pero sobre todo, porque nos permite recordar el pasado y celebrar el presente brindando por el milagro democrático de este país.

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Coincide además, con la celebración de la Declaración de los Derechos Humanos que la Constitución del 78 incorporó a nuestro ordenamiento jurídico, ya que, más allá de la forma del Estado o el régimen de las Autonomías, fue la declaración adoptada por la ONU aquel 10 de Diciembre de 1948 la que sirvió para enmarcar ideológicamente el texto constitucional. Por ello, la doble celebración tiene más sentido que para el resto de Europa, que tuvo la fortuna de recuperar la democracia con la victoria sobre el fascismo.

La historia de la humanidad no es un camino ni ascendente ni lineal hacia el paraíso en la tierra, es más bien recorrido abrupto que, zigzagueante, asciende o desciende a los infiernos de donde sale con el enorme esfuerzo -con frecuencia la vida- de muchas personas buenas. Ahora estamos en una fase de retroceso de los derechos humanos en el mundo. Con la globalización, se está imponiendo una política que va más allá de la clásica subordinación de los valores morales a la realidad política (realpolitik), al hacer del poder económico y militar el único canon de las relaciones internacionales.

Poco importa el respeto a los Derechos Humanos si se aceptan los protocolos de la OMC, FMI o BM. Con cinismo, se invaden en su nombre países soberanos para controlar sus recursos estratégicos y en aras de «la guerra contra el eje del mal» se rebajan los niveles democráticos y se diluye el Estado de Derecho. Occidente pierde autoridad moral predicando democracia, derechos humanos y mercado, cuando se hace palpable que, finalmente, es lo último lo que verdaderamente importa. Todo el mundo mira para otro lado cuando se conculcan los derechos humanos en cualquier país del mundo si de negocios y mercados se trata.

Hace poco cuantificábamos la desafección de la ciudadanía con la política a través del Eurobarómetro, donde los españoles (19%) casi duplican el desinterés por la política de los europeos (34%). Si sumamos a quienes las noticias políticas les interesan poco o nada, son tres de cada cuatro. ¿Por qué sumideros se ha perdido el fervor y el interés por la política de la transición? Sería paradójico que el dictador ganara después de muerto, como el Cid, la batalla ideológica que persiguió durante cuarenta años: el desprecio por la política (lo suyo debió ser mística).

Resulta emocionante volver a leer aquella Declaración (mañana lo hará la UCA) que, como nuestra Constitución, está cargada de valores morales que han servido para canalizar, a través de la ONU, la convergencia hacia la democracia de la mayoría de los países del mundo, en sus casi 60 años de vida.

Desde la invasión de Irak, que marcó el punto más alto de desprecio a los DH en España, se ha ido ganado terreno, aunque el actual Gobierno siga doblegándose ante el «poderoso caballero, que es don dinero» y reciba a dictadores o firme tratados con regímenes que los conculcan. Puede ser el momento para poner en marcha el olvidado compromiso del Plan Nacional sobre los DH.