EL RAYO VERDE

Lectura obligatoria

Pocos días antes de que se comenzara a divulgar el Informe PISA, que alerta en especial sobre el bajo nivel lector de los alumnos españoles, se daba a conocer en Estados Unidos otro análisis, elaborado por un organismo público llamado National Endowment for the Arts, que indicaba que leer por placer contribuye a evitar el fracaso escolar. Cuanta menos lectura, peores notas, decía el texto, cuantos más libros en la casa, mejores resultados académicos, tanto en letras como en ciencias. E incluso, cuanto más nivel lector, mejores ciudadanos, más comprometidos y participativos. Los responsables del estudio, a la vez, hacían hincapié en que el declive de la lectura «es un grave problema nacional. Si América sigue perdiendo el hábito de la lectura frecuente, la nación sufrirá reveses económicos, sociales y cívicos sustanciales». No se trata de un descubrimiento revolucionario, sino más bien de la pura aplicación de la lógica, pero no está mal buscar nuevos argumentos para reforzar la alarma general que PISA ha vuelto a instalar entre nosotros, y aportar un nuevo ángulo al debate. En especial en Andalucía, que tan mal parada sale otra vez en el estudio de la OCDE.

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No voy a ensañarme en el «yo tenía razón», me siento magnánima. Lo que sí creo es que hay que replantearse el descrédito de la cultura en general, y de la lectura en particular, en estos tiempos postmodernos. Y, de camino, sacudir un poco esas políticas tan beatas, tan adormecidas, que van a cumplir el expediente, a contentar a los sectores implicados en el negocio, a darles a cada uno su parte de la tarta, pero que, a la vista está, son un fracaso absoluto: programas muy vistosos y caros que no llegan más que al público ya converso, cuando no se suspenden en todo o en parte, y que nadie audita; multitud de funcionarios en torno a la hucha pública, de todos, mientras en los colegios, por ejemplo, no hay bibliotecas en condiciones, o simplemente no hay.

El Pacto Andaluz por el Libro, «PAPEL» en sus siglas y, a la vista está, papel mojado en sus resultados; el Centro Andaluz de las Letras, la Consejería de Cultura tendrán que pensar en que PISA les afecta. No sólo a Educación, que es la primera de la fila: ya le vale a la consejera salir con la exculpación de que hay otras comunidades que no se han estudiado. O el argumento de que partimos del analfabetismo y que se ha adelantado mucho. No lo suficiente, no lo mismo que ha avanzado la sociedad. No nos basta.

La enseñanza de a pie de obra, los profesores, los diseños curriculares, tienen también que ponerse las pilas. No se puede incitar a leer a los chicos de hoy, que tienen tan poco tiempo libre, y tantas ofertas de ocio fácil y atrayente a mano, con los cánones habituales. El Lazarillo no va a hacer lectores, ni El Cantar del Mío Cid. Es preciso imaginar nuevos itinerarios, incluso irreverentes. Tampoco van a amar la Lengua si cada año les enseñan a hacer los análisis sintácticos de una manera distinta y los nombres de las palabras que yo estudié como sujeto, verbo y predicado, complemento directo, indirecto, circunstancial, cambian también cada curso.

De camino, tiene que hacer examen de conciencia el mundo de la cultura, con su discurso a veces tan endogámico, tan prepotente, tan papanatas, que tiende a excluir de su círculo mágico a quien no reverencie a los tótems de turno, que consagra y exalta a base de remover panteones, de premios, de favores, de cenáculos... y luego llega Harry Potter, mil páginas sin un dibujito, y arrasa, o los trece libros de la serie de Las Fieras F.C., y otros fenómenos que, sin bendición alguna, triunfan.

Entre videojuegos, televisión, Internet y otros adelantos, el libro lo tiene crudo, porque leer cuesta, como la fama, y si el esfuerzo y la disciplina están tan desprestigiados, es normal que la lectura se resienta. Ahora es un problema, pues sí.

lgonzalez@lavozdigital.es