PREOCUPADO. Prodi, tras el polémico debate en el Senado. / AFP
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Todos contra todos en Italia

El país transalpino se sume en el caos, con guerras abiertas entre los socios de Gobierno de Prodi y cruces de insultos de Berlusconi con sus antiguos aliados

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Los italianos ya ni siguen la política, porque se aburren, se pierden y se deprimen. El Parlamento podría inmolarse sin que nadie se inmutara. Si acaso habría festejos. Explicar en el extranjero lo que pasa es todavía más difícil, además de tener escaso interés, pero posee el aliciente de la diversión. El espectáculo de la política italiana es circense, y así lo describía ayer el 'Corriere della Sera' en su viñeta de primera página con la frase «Más difícil todavía», sobre la velada del jueves en el Senado.

Fue la culminación de un escenario cada vez más confuso donde la guerra es de todos contra todos, en el Gobierno y la oposición. Se votaba el plan de seguridad que prevé la expulsión de ciudadanos de la UE juzgados peligrosos. Era el famoso 'decreto de los rumanos', aunque ya nadie se acuerde de la crisis, que fue muy artificial. Apenas se ha expulsado a 200 personas y no miles, como se anunció. La desconfianza de Prodi hacia sus socios era tal que convirtió la votación en una moción de confianza, algo habitual en Italia para cerrar filas y aprobar leyes sin debatirlas. Claro, tiene el riesgo de que si se pierde se acabó el Gobierno. Prodi se salvó por dos votos: una ausencia de la oposición y Francesco Cossiga, senador vitalicio que en el último momento decidió apoyarle. Como en 'Un tranvía llamado deseo', Prodi depende de la generosidad de los extraños.

Por ejemplo, los siete senadores vitalicios. Salvo tres favorables a Prodi, los otros son un misterio, por su voto y por su salud, y porque no se sabe cuándo aparecen. Andreotti, por ejemplo, dijo el jueves que votaría que sí y luego votó que no. Cossiga, al revés. Luego siempre sale un comunista recalcitrante, para quien nada es demasiado radical, como el montaraz Franco Turigliatto. O una 'teo-dem', la quinta columna del Vaticano en el centroizquierda, como Paola Binetti, que ayer invocó «al Espíritu Santo para que descienda sobre este aula, si no, no sé si podré votar el decreto». Votó que no, porque un artículo penaba la discriminación a homosexuales.

El chantaje de los enanos

La precaria alianza de centroizquierda, que ganó de milagro las elecciones de abril de 2006, está saltando definitivamente por los aires. A Prodi le basta con que se le vayan dos senadores, su exigua mayoría en esta cámara, pero ya son legión los que amenazan con hacerlo. Anunciar que se rompe la baraja si no se obtiene lo que se quiere es lo que el politólogo Giovanni Sartori llama el «chantaje de los enanitos». Un clásico italiano del poder de los pequeños partidos. Algunos ejemplos. El gris ex primer ministro Lamberto Dini formó un partido de centro hace dos meses con sus iniciales (LD) y tiene tres senadores. Dice que el Gobierno «ha llegado al final de la línea». El ínclito Clemente Mastella, democristiano y ministro de Justicia con un 1,4% de los votos, tiene otros tres senadores y periódicamente amenaza con largarse. Ayer lo volvió a hacer. Igual que el ex juez Antonio di Pietro, esgrimiendo sus tres senadores. Eran cuatro, pero el irrepetible Sergio de Gregorio, se pasó al enemigo.

Pero la alarma es mayor esta semana porque un partido de más peso, como Rifondazione Comunista, ha anunciado que da por muerta la coalición. «Prodi es un poeta moribundo», dijo Fausto Bertinotti, presidente de la Cámara. Al deterioro político está siguiendo el de las relaciones personales. Mientras el alcalde de Roma, Walter Veltroni, organiza su gran Partido Demócrata, la tropa de la izquierda radical y los verdes se está organizando en La Izquierda. Tienen hoy el congreso fundacional, pero ya están discutiendo si va o no la hoz y el martillo en el símbolo o ponen un arco iris.

En la oposición el panorama es similar y vuelan los insultos. Berlusconi se ha quedado solo con su ocurrencia de reinventar su partido. Sus aliados, Gianfranco Fini, de AN, y Pierferdinando Casini, de los democristianos de UDC, le han dado puerta. Han definido «un ectoplasma» su coalición y hasta se cachondean de sus implantes capilares. Todo acabará un día, de repente. Mañana, o dentro de un mes. Elecciones y vuelta a empezar. El prestigioso informe anual del Censis, conocido ayer, era demoledor: «Italia es una ciénaga social que se inclina continuamente hacia lo peor, plegada en sí misma, fragmentada y sin futuro». También decía que 8 de cada 10 italianos no se fían de sus políticos.