Chávez pierde
La derrota sufrida por Hugo Chávez en el referéndum que él mismo había promovido para ratificar su controvertido proyecto de reforma constitucional no sólo constituye el primer revés recibido por el presidente venezolano en nueve años de gobierno. Supone todo un varapalo para sus aspiraciones de apuntalar su radicalizado liderazgo del país, una vez que había convertido la cita con las urnas en un plebiscito sobre su personal ejecutoria, exacerbando tanto las proclamas destinadas a movilizar a sus seguidores como tratando de compactar los sentimientos más nacionalistas frente a supuestos agravios exteriores, como los que ha atribuido singularmente a España. El resultado final de la consulta evidencia una debilidad del chavismo que no había aflorado hasta ahora de manera tan explícita y el consiguiente fracaso de la política del exceso. La ajustada victoria del no por un 50,7% de los votos no justifica en ningún caso las admoniciones del líder bolivariano para que la oposición sepa administrar su triunfo. Antes al contrario: es el propio Chávez quien debe extraer conclusiones ineludibles del escrutinio, renunciando a interpretarlo interesadamente como una especie de fallida primera vuelta en el camino hacia la consecución definitiva de sus objetivos. Una tentación que sólo puede conducir en las actuales circunstancias a un endurecimiento de la tensión que ha soportado la ciudadanía durante la encendida campaña del referéndum.
Actualizado: GuardarLa pérdida de tres millones de apoyos que ha sufrido el mandatario venezolano con respecto a las elecciones presidenciales de hace apenas doce meses refleja una evidente desafección hacia una reforma constitucional que aumentaba de seis a siete años la duración de los mandatos al frente del Estado y que abría la puerta, de facto, a la perpetuación de Chávez en el poder. Ese descontento ha emergido a través de una oposición, surgida de la renovación generacional representada por el movimiento estudiantil y del descontento en el seno del propio régimen, que constituye un novedoso fenómeno de consecuencias impredecibles para el devenir del chavismo. Conviene recordar que su máximo responsable se alzó con el triunfo en sus primeras elecciones a raíz de la crisis de legitimidad en que quedó sumido el anterior sistema bipartidista, carcomido por una corrupción y unas prácticas fraudulentas tan extendidas que han venido a anular en estos años toda capacidad de la oposición tradicional para articularse como tal. La consecuencia es que Chávez ha actuado desde la irrealidad que supone controlar un Parlamento netamente oficialista, porque sus adversarios optaron por excluirse del mismo al negarse a participar los comicios de 2005. La inapelable derrota de Chávez debe constituir el punto de partida para la gestación sólida de una oposición de amplio espectro y respetuosa con las libertades que permita devolver a Venezuela al cauce de la democracia representativa, plenamente engarzada en los valores del Estado de derecho.