Más Putin
Los resultados de las elecciones legislativas rusas confirmaron ayer la previsible y arrolladora victoria de Rusia Unida, que con el 60% de los votos se asegura el control parlamentario en la Duma y consigue afianzar el proyecto político de Vladimir Putin durante cuatro años más. El hecho de que los comicios se hayan concebido como un plebiscito sobre la gestión de Putin, quien abandonará la presidencia el próximo mes de marzo con la eventual disposición a recuperarla en el futuro, constituye una significativa paradoja de cómo el todavía jefe del Estado se ha aprestado a fortalecer su poder para perpetuarlo más allá, incluso, de su presente liderazgo. Un objetivo que se ha visto favorecido por una efectiva combinación de factores, que van desde el fuerte crecimiento económico, la modernización industrial y comercial y la fortaleza financiera hasta la recuperación de los sentimientos más nacionalistas, incentivados por la voluntad de Putin de recobrar para su país su antiguo ascendiente internacional.
Actualizado: GuardarLa amplitud de la victoria de Rusia Unida no puede llevar a obviar, sin embargo, los obstáculos con que las autoridades han dificultado la presencia de observadores de la OSCE y, sobre todo, «el torrente de infracciones» denunciadas por los adversarios de Putin; de manera singular, por el Partido Comunista y el campeón de ajedrez Gary Kasparov. La ejecutoria de Putin, bajo una Constitución formalmente democrática, ha redundado con inaceptable frecuencia en excesos plasmados en el acoso a la oposición liberal, la vigilancia sobre las ONG, la opacidad policial y el culto a la personalidad del presidente a través del aparato mediático oficial. La ausencia de una genuina democracia no sólo empaña el triunfo de Rusia Unida. También constituye un motivo añadido de inquietud para la comunidad internacional ante la determinación de la Federación rusa de recuperar su viejo predominio en el escenario exterior.